
La palabra y el uso que hace de ella es reflejo del individuo y la visión que este mismo tiene del mundo. El contexto es clave, a veces conviene hablar de régimen militar para evitar problemas – por decir – reservando el termino correcto para instancias más coloquiales, intimas, más de confianza, donde seguramente podríamos tener la libertad de decir – incluso – milicos, el termino peyorativo con el que se aluden las dictaduras militares o derechamente se podría utilizar el sustantivo propio, Pinochet, cuyo gobierno de rasgos dictatoriales universalmente reconocidos, es por antonomasia la encarnación de las dictaduras – según muchos de derecha –. Pero que son las dictaduras, la RAE es clara, no habla ni de signos, ni ideologías en que pregonan o simentan su obra, tampoco habla de cuantas victimas debe dejar tras de si en aras de su realización para calificarla como tal, no, no las clasifica como totalitarias, autoritarias, simplemente dice: “es un gobierno que en un país impone su autoridad violando la legislación anteriormente vigente”. Aquí en Chile se violo la ley y de manera sistemática, al negar la existencia de todo hecho abominable acaecido entre 1973 y 1989, entonces querer cambiar el tan bullado término es igual a querer cambiar la historia de nuestro país.
Régimen, régimen hacen las mujeres cuando deciden comenzar una dieta, régimen seria sinónimo de privación, entonces se cree que régimen – en este caso – es un gobierno de privaciones, claro no de comida si no de derechos constitucionales o derechos humanos, pero es una confusión que solo tenemos los chilenos, las elites nos han mantenido en esta confusión para mantener en alto su discurso publico hegemónico, ese que proscribió – relego – un conjunto de palabras o términos, como por ejemplo: activista, huelga, movilización, obrero, movimiento socialista, marxista, sindicalización, derechos ciudadanos, derechos humanos. Todas palabras que fueron borradas por considerarlas un tanto extemporáneas, un tanto añejas, más bien incomodas o peligrosas en todos estos años de democracia, acuerdos y transición. Se imaginan ir a un lugar a pedir pega y diciendo a ese ágil que lo entrevista que en sus ratos libres se dedica al activismo político, le aseguro – lo firmo – que en ese mismo momento usted dejara de ser candidato para ese trabajo. Más bien parecen palabras tabú, esas que uno le prohíbe decir a sus cabros chicos, caca, pichi, poto, diarrea, peo, poto con caca y todas esas milongas, eso además habla de un problema, habla de una idiosincrasia poco practica y directa, y buena – buenísima – para los eufemismos y las ambigüedades.
Un duro entre los duros del pinochetismo, Hermogenes Pérez de Arce aplaude esta sustitución, haciendo alusión que su general acepto los resultados del plebiscito, por lo tanto su periodo al frente del país dejo de ser dictadura y paso automáticamente a ser un régimen democrático, agrega además que entre 1981 y 1989 el gobierno de Pinochet se mantuvo en el poder porque así lo dijo la constitución que aprobaron los chilenos en un plebiscito. Lo que no dice don Hermogenes, es que dicha votación se dio en circunstancias por así decirlo, especiales, en fin. Chile, nosotros y esa problemática relación con el lenguaje.