Parece un ejercicio estéril, inocuo, inoportuno, una operación que no cambiara el resultado final. ¿Qué paso exactamente? que importa, acá lo único importante es rogar por la aparición de 17 cuerpos – que aun faltan – no sabemos si reposan en el lecho marino, si están disgregados en el fondo del abismo o si alguna corriente los arrastro mar adentro – aun más adentro – privándonos en definitiva de traerlos nuevamente a casa para que descansen en paz.
Era una pretensión nada ambiciosa, nada parecido a lo que pretendíamos 72 horas antes cuando la esperanza porfiaba y resistía los embates del realismo más cruel, quizás a bordo de una balsa quien sabe si arrimada en una roca, en una pedregosa playa de esa fortaleza situada a unos 700 kilómetros del continente. Pero no, la historia aeronáutica, la historia de los siniestros ocurridos en el mar, la lógica y la sensatez nos decían – nos gritaban – lo evidente y el sábado debimos convencernos, hacernos la idea, aunque cueste.
Pensamos entonces – todos – en ese joven matrimonio que deja 3 pequeños hijos o en esa joven profesional del Ministerio de Cultura que también deja otros 3, sobre todo esa bebe de apenas 9 meses de vida. Si, lo mismo que con los tripulantes de la FACH, es que todas las historias personales dejan una marca, todos dejan hijos, hermanos, amigos y hasta admiradores, todos dejan tras de si a muchos chilenos que hoy profesan su infinita gratitud.
La perdida de Felipe Camiroaga desgarra el alma del pueblo chileno, ese tipo que ahora ultimo pensaba en casarse y que de vez en cuando escuchaba a Lucho Barrios y a Silvio Rodríguez siempre en su casa, ese que se opuso a termoeléctricas y centrales en la Patagonia, ese que grabo más de un spot publico pidiendo una educación de calidad, vivió así, indiferente a las habladurías faranduleras, para muchos entendidos era – por lejos – el mejor animador de la televisión chilena, solo unos pasos más atrás de Mario Kreutzberger. También esta la partida de Roberto Bruce, ese joven alto y simpaticon de las notas matinales, que deja a 2 hijas pequeñas, que decir del empresario Felipe Cubillos, el aventurero, ese que solidario comprendió que la vida es mucho – pero mucho – más que dedicarse hacer dinero.
Solo 4 cuerpos han aparecido, algunos restos tanto del aparato como de pasajeros, pese a la intensa labor de buzos tácticos que tienen nuestras Fuerzas Armadas, pese a la tecnología con que cuentan los navíos de la marina. Se asume que no será nada fácil, menos en un lugar apto solo para navegantes con oficio, esos que acostumbran a costear el frenético oleaje que esculpe los farellones costeros de esas islas.
La posibilidad de encontrar nuevos cuerpos es baja – casi nula – se vio, lo vimos en 1996 con el accidente aéreo de la extinta Aero Perú, el que se precipito al mar, a más de 100 kilómetros al sur de Lima con 30 chilenos a bordo, murieron 70 pasajeros, la caja negra nos hablo de un choque brutal con el agua pese haber rebotado con la misma 4 segundos antes, pocos cuerpos fueron encontrados y el CASA-212 de la FACH, no, no tiene caja negra. De esto también saben los pescadores de la zona, quienes año a año deben lamentar la partida de alguno de los suyos en medio de una tormenta, lo saben los familiares de aquellos chilenos barridos por la ola gigante de aquel 27 de Febrero de 2010.
Como hacer más pasable el trago amargo, que podrían hacer esas personas que a falta de restos para velar y dar cristiana sepultura, aun no pueden comenzar a vivir el duelo. Se ha visto – aunque no lo crean – situaciones aun más espantosas, donde la desaparición de un ser querido fue solo el termino de un largo proceso de torturas y humillación, aquí en Chile le paso a más de 3000 compatriotas.
La muerte nos sorprende aun cuando hayamos vivido con mesura y con cautela, no existen remedios ni antídotos, cuando mucho la fe y el afecto de millones podrían servir en algo para mitigar este dolor que los acompañara de por vida. Cuando la nostalgia los tome por asalto al leer las viejas cartas, al mirar las fotografías de tiempos felices, en reuniones familiares y así en un día de la madre o el padre, cuando la mesa este servida para navidad o año nuevo, cuando la ausencia definitiva se exprese silenciosamente en asientos vacíos, nada volverá hacer como antes, faltaran 21 y muy probablemente los cuerpos de 17 de ellos, el avión – aunque no lo queramos – se desintegro por completo. No sabemos cuando darán por terminada la búsqueda, si que hoy y mañana las banderas a media asta hablaran de nuestra inmensa congoja, no es para menos, hemos perdido a grandes personas, a buenas personas.