sábado, 30 de mayo de 2009

El peor amigo de Chile



El encasillamiento de Fidel Castro como tutor de las izquierdas y terror de las derechas, lo ha mantenido como una reliquia de la Guerra Fría. Eso, aunque a la hora de la verdad sus partidarios no lo sean tanto y sus enemigos ya no lo odien como en sus buenos tiempos.

De ahí que en nuestras izquierdas extraparlamentaria y de la Concertación hubo sentimientos mezclados, cuando se defendieron los derechos humanos en Cuba. Todos sabia que “el líder máximo” de violarlos, los violo y en gran forma. Pero una minoría, bajo pretextos de empate, antiimperialismo, antibushismo, e incluso eficiencia, era reacia a admitir que la ONU lo condenara “ritualmente” por ello.

Los miembros de esa minoría mostraron una sensibilidad antagónica a la de los demócratas del mundo, de izquierdas y derechas, durante el régimen del general Pinochet. A éstos -y en especial a los chilenos-, la anual condena de la ONU les abrigaba el alma. Por otra parte, su excusa de la lealtad hacia Castro era asimétrica o unilateral. Debian tener claro que éste nunca tuvo un respeto especial por Chile y tampoco tenia amigos, en el sentido en que se entiende normalmente esa palabra.

Ya hemos visto en la columna anterior como el líder cubano atacó al gobierno de Eduardo Frei Montalva y ayudó a socavar las bases del gobierno de Salvador Allende. Luego, durante la dictadura de Pinochet, promovió la idea de una guerra vecinal contra nuestro país. A continuación, interfirió en la política de los demócratas chilenos, diseñándonos una lucha armada interna y formándonos cuadros militares. El año 2004, para no perder la costumbre de fastidiar a Chile, fue de los primeros en apoyar la “playa boliviana” soñada por Hugo Chávez... y quizás hasta inspiró ese sueño.

Por eso, es ingenuo pensar a Castro como un amigo consecuente. El sólo admitía subalternos, aliados tácticos, beneficiarios económicos y ex asilados. Gente que privilegiaba el temor, el interés propio o la gratitud, por sobre el pensamiento crítico y los intercambios de la democracia.

Salvador Allende le manifestó una amistad sincera y fue víctima de esa ingenuidad. Al líder chileno le tomó años conseguir que el cubano le amarrara a Regis Debray y dejara de descalificarlo por no seguir su línea. Después, ignorando lo taimado que Castro podía ser, tuvo el coraje de invitarlo a Chile, para sacarlo de su aislamiento regional. Desafió, así, a los Estados Unidos, confiando sólo en una pequeña retribución: que el huésped llamara a la sensatez a sus adictos locales. Pero el hombre vino, se quedó un mes, defendió sus posiciones ultristas, menospreció el proceso chileno, enardeció a sus admiradores, indignó a la oposición, descolocó a Allende y creó un anticlima de órdago.

Por lo señalado, nuestro gobierno acertó al enfatizar (hace algunos años) que su posición respecto a los derechos humanos en Cuba obedecía a principios y no a la mayor o menor presión que ejercía por esos dias George W. Bush o a lo que decidían otros gobernantes de la región. Tales derechos no son de izquierdas ni de derechas, sino una conquista cultural de la humanidad. Ergo, los cargos contra el gobierno cubano deben ser apreciados en su mérito propio, según las mismas pautas que muchos aplaudieron desde el exilio o desde las cárceles, cuando gobernaba Pinochet.

Esto puede doler a los nostálgicos de una utopía que el propio Castro se encargó de liquidar. Y máxime cuando la votación en la Comisión de Ginebra se definió por un voto.

Pero los demócratas consecuentes de hoy han sido bien interpretados y eso es lo que debe prevalecer.

viernes, 29 de mayo de 2009

Fidel, dictador izquierdista


Desde que su historia personal lo absolvió en 1958, es el tutor estable de todos los izquierdistas y centroizquierdistas de América Latina.
Ahí suenan los chilenos de esa tendencia.

Al gobierno de Eduardo Frei Montalva lo descalificó como “prostituta del imperialismo”, porque John F. Kennedy le tenía mucha simpatía. Orlando Millas, dirigente comunista de la época, osó protestar ante tamaña metichería y se fue de burla ante “las masas”. Castro lo ridiculizó en un acto público en La Habana.

El líder mantuvo la onda tutorial toda la década del 60, burlándose de los “buro-comunistas” (Neruda inclusive) y de quienes defendían la vía electoral, en vez de tomar los “fierros”. Y como obras son amores, dio cursillos guerrilleros, apadrinó al MIR, sedujo socialistas, conquistó dos diputados democristianos y puso revista política en Santiago. De paso, soltó a Regis Debray para que asustara a Salvador Allende a golpe de tesis.

Allende debió trabajar sobretiempo para conseguir que Castro le amarrara a Debray y dejara de descalificarlo. De hecho, el cubano le reconoció posibilidades de victoria a regañadientes y sólo una semana antes de las elecciones de 1970.

Tras su triunfo Allende, desafiando a Richard Nixon y a la ley de las probabilidades, lo invitó a Chile. Castro aceptó ipso facto y aprovechó el viaje para aserrucharle el piso. Se quedó un mes recorriendo nuestro país, para demostrarse y demostrar que él siempre está en las “posiciones correctas” y que revolución sin “fierros” no es revolución. Ahí no más enardeció a sus admiradores, indignó a la oposición, descolocó a Allende y creó un anticlima de órdago.

Fue el comienzo del gran despelote de la Unidad Popular y el principio del fin de Allende. Tras la incordiante visita, éste se consolidó como “reformista” ante la mitad de las izquierdas y como inductor de una “segunda Cuba”, ante una oposición que se unió para impedirlo. Esquizofrenia pura.

El colofón de ese castroinstrusismo fue el invento de una muerte guerrillera para Allende. Un mito de Castro para advertir a los “verdaderos revolucionarios” que la vía electoral lleva a la catástrofe y que el propio Allende, más tarde que temprano, lo había comprendido.

Por trucos como ése escribió Gabriel García Márquez lo siguiente: “No creo que pueda existir en este mundo alguien que sea tan mal perdedor”.

Lo peor fue que ni siquiera ese tremendo estropicio lo disuadió de seguir velando por nosotros. Cuando en los años 80 los demócratas chilenos comenzaron a levantar una estrategia propia para terminar con la dictadura, Castro ya nos tenía una estrategia empaquetada. Con “fierros”, por supuesto. Hasta nos preparó cuadros militares de buen nivel para ejecutarla.

Poco o nada se dice de esto en nuestra literatura de izquierdas. Los líderes memoriosos escamotean el tema, leen de reojo notas como ésta, insultan mentalmente al columnista y actúan como si la Historia de Chile también estuviera obligada a absolver a Castro.

Y éste, claro, siguió percibiéndose como nuestro incombustible ángel de la guarda, al menos hasta un día de 1996 que, seguro, quisiera olvidar. Fue cuando, en un acto del Partido Socialista, escuchó un saludo insólito. En sus barbas, una mujer pequeñita, de ojos serenos y aspecto frágil, le dijo que cuarenta años de poder absoluto eran más que suficientes para equilibrar las conquistas de su revolución con elecciones democráticas y respeto a los derechos humanos. Con ese saludo al plexo, Tencha Bussi viuda de Allende, demostró que no todo es opacidad en nuestra política.

Apenas repuesto, Castro trató de arrastrar al tuteo paternalista a Ricardo Lagos y de intrusear en la Concertación, pero sólo picó la derecha. Fue a visitarlo el alcalde Joaquín Lavín y, a la inversa de lo que hizo con Allende, no demoró un día en presentarlo ante los medios como un presidenciable con opción. A partir de esa cumbre Castro-Lavín, los líderes de la UDI y RN tenían a La Habana en lugar preferente de su agenda de viajes.

Su última locura antes de abandonar el poder, obedeció al fusilamiento, sin debido proceso, a tres disidentes y encarcelar a unas ochentena personas defensoras de los derechos humanos que, por cierto, estaban infiltrados por un centenar de heroicos agentes secretos.

Eso obligo a Chile a pronunciarse en conciencia ante la Comisión respectiva de la ONU, tal como el mundo se pronunciaba cuando era Pinochet quien violaba derechos humanos. Sabiendo que éstos no son de derechas ni de izquierdas.

Pero Castro tampoco nos permitió ser coherentes en esa instancia. Estaba acostumbrado a que nuestras derechas finjan que lo odian, nuestras izquierdas finjan que lo aman, aquellas digan que Pinochet inició la transición, éstas soslayen el tema (Castro sólo admitió una transición a su hermano chico) y el gobierno se hiciera un lío entre lamentar el caso puntual, condenar al líder o quejarse por el embargo de los Estados Unidos.

Pero, para alivio de la conciencia nacional, sucedió algo nuevo: todos nuestros senadores, izquierda y derecha unidas, emitieron una condena categórica contra aquellas violaciones del patriarca otoñal. Dejaron en claro, así, que ya agotó su crédito en Chile y que hasta nuestra ambigüedad tenía sus límites.

Ya es hora de aceptar que el Castro de los últimos años fue más un Franco anciano matando opositores en el garrote, que el Rambo bueno que muchos aplaudieron en su juventud.

Estado Nacional


¿Cómo está la cazuela, mijito?, me preguntaba mi abuela a principios de la década de los noventa. “Rica, exquisita”, contestaba de una y mi abuelo me decía de inmediato que no fuera tan complaciente. No lo entendía, era un niño. Era un niñito comiendo lo que más le gustaba. Cuando veo Estado Nacional, el programa que aún no se muy bien de qué es, de los domingos en la mañana en TVN rememoro esos almuerzos en Las Parcelas.

En la mesa de Estado Nacional se reproduce de un modo bastante triste la gran paradoja comunicacional del Chile de la transición, pero especialmente del de los últimos años.

Más allá de la artificiosa separación entre Concertación y derecha, allí se expresa de modo desproporcionado ese homogéneo discurso autocomplaciente y políticamente correcto (Ena Von Baer, es esa magnífica excepción), la que ha inoculado el sentido común de las premisas económicas neoliberales, que mide la política por su eficacia, a lo social por su rentabilidad y que ha reducido el intercambio de humanidad y el horizonte de sueños al análisis individualista del costo-beneficio.

Quizás muchos panelistas no se dan ni cuenta de aquello, pero están inoculados de esa seudo modernidad asfixiante que respira la tecnocracia elitista y la derecha más rancia. Lo grave no es que esa mentalidad exista, sino que siendo minoritaria en la lógica un hombre un voto, por obra y gracia de Pinochet, Tironi y compañía, transmutó en hegemónica. Y la crítica de eso se erige en contraparte pero sólo como un folclórico alternativismo irreal y pintoresco, admitido exclusivamente para legitimar lo indiscutido y obvio.

Por eso el domingo pasado cuando Jorge Joignant, y Jorge Navarrete, ante la mirada crédula de Oscar Godoy, trataban de ser irreverentes y duros con Juan Antonio Coloma – Presidente UDI - acusándolo de ser poco claro y poco consecuente, daban ganas de gritarles ¿y ustedes? En ese instante el control remoto pareció ser indispensable y el zapping una bendición. Si hasta dijeron que les iba a bajar el rating hablar de ellos cuando en realidad en ese minuto eran el programa menos visto. Sí, a esa hora sus 2,4 puntos eran masacrados por los monitos animados de La Red y Canal 13, si hasta el chavo del 8 de Mega los superaba y como siempre el domingo se imponía Siete Dias de Chilevision.

Ah, estos chicos del establishment tienen en su publico regalón, los ABC1, su máxima carta y nada. A la hora del cómputo final Siete Dias en ese sector marcaba 15 y Estado Nacional sólo dos puntitos. ¿Vieron?, mi abuelo tenía razón, no es bueno ser tan complaciente. ¿Vieron? lo que hay que recambiar no son las caras ni las generaciones, sino los discursos, la exquisita sensación de no darle al modelo siempre en el gusto. La espectadores de TV de los domingo por la mañana se lo agradecerán.

jueves, 28 de mayo de 2009

Que vote, el que quiere


Desde que en 1874 se estableció el voto universal en Chile, aboliendo el sistema censitario, votar ha sido una de las tradiciones cívicas más arraigadas en el país. Tradición que se consolidó en 1949 con el sufragio femenino y que se interrumpió de modo prolongado durante la dictadura.

Hoy, nadie pone en duda que todos puedan votar, pero una verdadera conspiración del establishment chileno está impidiendo que ese derecho deje de ser una obligación.¿Por qué?

En el interesante debate que se ha abierto, los partidarios del voto obligatorio exponen razones de tres tipos: las de carácter social, como que votar sería no un derecho individual sino un deber ciudadano; las prácticas, como que se produciría una baja en la representatividad del voto; y las estrictamente políticas, que buscan evaluar si eso conviene o no a un determinado partido.

En un artículo a favor del voto obligatorio, Carlos Hunneus recordaba la experiencia de dos países que lo reemplazaron por el voluntario: Holanda, país en que la participación ciudadana se mantuvo pareja, y Venezuela, donde el porcentaje de votantes cayó de 90 a 60 por ciento, generando “una grave crisis de la democracia”.

El caso de Chile no es muy diferente, ya que el porcentaje de votantes cayó de casi 87 por ciento a 69 por ciento en 12 años, tomando en cuenta las elecciones parlamentarias desde 1989. Todos los indicios señalan que ese porcentaje seguirá bajando, sin necesidad de reformar nada.

Pienso que el centro del debate está antes: en la inscripción obligatoria. Hoy la inscripción es voluntaria y, en la práctica, el voto también es voluntario ya que resulta imposible aplicar sanciones efectivas a quienes estén inscritos y no voten. Estamos en el peor de los mundos en materia de sistema electoral: es binominal, hay senadores designados, hay enclaves autoritarios, tenemos una Constitución originada en la dictadura, se inscribe el que quiere y vota el que quiere. Eso hay que reformarlo.

La mayoría de los detractores del voto voluntario están de acuerdo en la inscripción automática, pero proponen mantener el voto obligatorio. De aprobarse esa idea, estaríamos obligando a concurrir a las urnas a nada menos que 2,4 millones de personas de más de 18 años que hoy no están inscritas. ¿Alguien puede imaginar tamaña dictadura electoral en un país cuya tasa de inscripción es casi nula y cuyo nivel de abstención crece en cada elección?

Si hay consenso en ampliar el padrón electoral mediante la inscripción automática, la lógica indica que se debe hacer junto con el voto voluntario o, al menos, con la eliminación de sanciones por no votar.

Estoy completamente de acuerdo con la importancia del voto en Chile. Soy de los que no se pierde elección alguna, en la de este año no votare nulo o blanco y hasta sería vocal de mesa, experiencia que encuentro muy provechosa. No ire al locales de votación obligado, ya que sé que las sanciones no son viables. Pero todo mi entusiasmo cívico se apagaría si fuera obligado en serio a votar, con la amenaza real de penas del infierno.

Creo más bien que, en un contexto de alejamiento de la gente de la política partidista, un escenario de voto voluntario no sólo estimularía a los políticos a tener discursos más atractivos, sino que forzaría al Estado a ofrecer incentivos para votar. Y no hablo de dinero, sino de, por ejemplo, preferencias para acceder a ciertos beneficios que otorga el propio Estado, como subsidios habitacionales, condonación de créditos universitarios o subvenciones y bonos solidarios de todo tipo.

Si se quiere incentivar la participación ciudadana, habría que ir incluso más lejos, tal como propone el investigador de la Flacso Claudio Fuentes: permitir que los chilenos en el extranjero puedan votar, promover plebiscitos ciudadanos vinculantes, favorecer la iniciativa de ley por recolección de firmas, implementar el voto electrónico e incluso cambiar el día de las elecciones desde el domingo a un miércoles, manteniéndolo como feriado.

El problema de fondo es que muchos chilenos no se sienten orgullosos de cómo funciona la democracia. Un 48 por ciento, para ser más exactos. Muy pocos confían en los partidos, los programas políticos en la TV tienen los rating más bajos y a muy pocos jóvenes les seduce la política. Entre un 70 y un 80 por ciento decía en una reciente encuesta nacional del CEP que nunca hablaba de política en familia o entre amigos.

Este no es un fenómeno pasajero y con medidas de defensa corporativa no se va a revertir esta apatía política. La reactiva respuesta de algunos partidos políticos contra esta propuesta huele a temor ante la perspectiva de agregar algún grado mayor de incertidumbre en el sistema a través de la combinación de inscripción automática y voto voluntario.

Los expertos electorales manejan con bastante exactitud un padrón que casi no se ha renovado en 16 años y, en cambio, nadie puede predecir qué pasaría en un contexto como el que propuso la Presidenta Bachelet el 21 de mayo pasado.

Algunos parlamentarios, beneficiados tanto por el sistema binominal como por la baja tasa de inscripción de jóvenes, ya llevan dos o tres períodos en sus escaños y quieren permanecer en ellos más tiempo del que estuvo Pinochet al mando del país. ¿No será tiempo de introducir más competencia en el sistema?

No se rían… piénsenlo.


- Me cargan los maricones. Son muy fletos.

- Oye, pero mi hermano es gay…

- Noooo, pero tu hermano no. Tu hermanito no, él es distinto.

Algo así eran los notables diálogos que sostenían Alvaro Díaz y Pedro Peirano en un espacio del programa Plan Z del desaparecido (pero muy recordado) Canal 2.

El éxito de esa parodia siempre tuvo su base en la capacidad de reírnos del doble discurso que nos acompaña en la cotideanidad. Con el tiempo hubo personajes que explotaron esa corriente y quizás El Malo, interpretado por Daniel Muñoz, fue el que puso el acento en decir una serie de verdades que dolían hasta el alma, pero en calidad de comedia.

Así, con la explosión del periodismo de farándula nació Yerko Puchento. Lo notable de este personaje que sobrevivió más de lo habitual en el esquivo imperio del rating era su empatía con lo más profundo del Chile de hace 2 años (casi igual al de ahora). Un país que demandaba verdades, realidad pura como el reality 181o, al menos en su oferta, pero todo bajo el disfraz mentiroso de la broma, la consabida talla que como pueblo nos hace divertidos, más no alegres (una paradoja digna del sillón de un siquiatra).

Sólo Yerko, que era mentira, podía decir verdades, las que todos contábamos en privado y silenciabamos en público.

Nuestro paparazzi juglar resumía el signo de esos tiempos descreídos e iconoclastas, de algún modo sin Dios ni ley, en una sociedad donde no se podía confiar en nadie, pero menos en los tontos serios y solemnes.
Cualquier político, conductor de noticiero o vendedor de seguros se querría la credibilidad que alcanzó Yerko, quien bajo una personificación muy bien lograda, asumía y enfrentaba cierta necesidad de mofa, de sorna impúdica, que en caso contrario son la antesala de la guerra civil en sordinas.

Yerko nos hacia bien. Imaginen a este personaje de trajes ajustados en los noticieros de hoy en día, pulverizando a los políticos. Haciendo preguntas impertinentes de los empresarios, cuestionando las conferencias de prensa. Sería mucho más digno que las franjas que se gastan a veces en publicitar en los centrales noticiosos las parrillas programáticas de cada canal. Aún sería un aporte. No se rían… piénsenlo.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Democracia constitucional


Una Constitución Política de un Estado, aunque parezca obvio decirlo, es un ordenamiento básico o esencial duradero de la convivencia que fija el marco dentro del cual deben moverse los poderes públicos y la sociedad civil, marco relativamente abierto que ofrece un margen de maniobra adecuado a los operadores políticos y sociales que deben adoptar las decisiones de su responsabilidad sin traspasar el orden normativo constitucional consensuado, dentro del cual se aseguran los derechos fundamentales y sus garantías, el cual debe guiar en forma estable la vida de dicha sociedad, promoviendo la unidad y la integración y posibilitando los cambios necesarios para el desarrollo de dicha sociedad política.

La Constitución de 1980 tuvo el carácter originario de una Constitución otorgada por el régimen militar, que constituyó la imposición de un sector de la sociedad, el cual no fue un instrumento integrador ni de consenso, por lo que no podía ofrecer estabilidad alguna ni tampoco podía guiar los destinos de la sociedad chilena en forma duradera. Las reformas de 1989 fueron la base de una transición pacífica y pactada, donde los dos sectores antagónicos aceptan convivir bajo un texto con significativos enclaves autoritarios, los cuales después de un largo período de 19 años han podido desmontarse consensuadamente.

Podemos señalar que de la Constitución original de 1980 que dan algunos aspectos de bases de la institucionalidad y de los derechos fundamentales y sus garantías. Las reformas aprobadas en 2005 pusieron fin a la transición en el ámbito del estatuto del poder estatal, eliminando todos los enclaves autoritarios. Sin embargo, quedo un aspecto muy significativo en el ámbito de la generación del poder estatal que sigue siendo una institución impuesta y contraria a la voluntad de la mayoría: el sui géneris sistema electoral binominal para las elecciones parlamentarias, con un curioso estatuto de ley orgánica pero con quórum de reforma constitucional, una nueva creación nacional. A su vez, hemos mejorado notablemente el sistema de jurisdicción constitucional.

Nos alegramos por haber recuperado un sistema institucional democrático propio del siglo XX, pero con un sistema electoral que impide la representación adecuada de la ciudadanía y una participación efectiva en la determinación de sus representantes, marginando a todos los que no están en los dos bloques mayoritarios.

Sin embargo, es necesario señalar que hemos asumido los desafíos del siglo XXI: no tenemos una institucionalidad de mucha calidad democrática, el tema de la participación ciudadana en el ámbito regional es un asunto que espera que se asuma realmente, la ausencia de mecanismos de democracia participativa es otro déficit institucional. En un mundo globalizado, nuestro sistema de relaciones de derecho interno y derecho internacional es deficiente si miramos sólo nuestro entorno de América del Sur, la garantía de los derechos humanos es aún muy deficiente, como asimismo no hemos logrado la madurez suficiente para recepcionar el Tribunal Penal Internacional ni la Convención sobre desapariciones forzadas de personas, para solo mencionar un aspecto.

Por otra parte, terminado el proceso de transición a un sistema constitucional democrático, es necesario ahora abordar el tema de la estabilidad, eficiencia y eficacia del tipo de gobierno democrático que el país necesita para procesar las decisiones para avanzar al desarrollo social, económico y cultural, donde los eventuales conflictos puedan abordarse y resolverse democráticamente. Ya en la Cámara de Diputados se avanzó algo con la comisión especial de régimen político, cuyos estudios quedaron durmiendo, dada la urgencia de las otras reformas que hoy están concluidas.

La democracia constitucional es siempre un sistema perfectible y la nuestra no es una excepción, quedando aún mucho trabajo por delante para darnos hoy por satisfechos. No es la hora de quedarse dormido en los laureles por el paso importante y consensuado, pero aún limitado de nuestro desarrollo institucional.

martes, 26 de mayo de 2009

¿Que escuchas tú?


La sorpresa no fue saber que Bush tenía un iPod. Lo increíble fue conocer qué música guardaba dentro. Apenas una foto casual delató el ubicuo aparato en el bolsillo del ex presidente, varios medios dispusieron un operativo especial para dar con su lista de canciones favoritas. Se lanzaron apuestas y predicciones: ni The Clash ni Compay Segundo, por razones obvias. ¿U2, quizás? ¿Tony Bennet? ¿Cat Stevens (pero no, diablos: el hombre ahora es musulmán)?

La curiosidad respondía al mismo impulso que puede ponernos en guardia ante un seguidor de Daddy Yankee o enamorarnos de la persona con la discoteca adecuada. La música que escuchamos dice mucho sobre nuestra personalidad, y si eso hasta ahora era puro sentido común, ya hay evidencia científica para apoyarlo. Dos estudios coordinados entre universidades de Londres y Texas descubrieron patrones emocionales comunes entre 3.500 personas según sus respectivas aficiones.

Veamos: La gente extrovertida prefiere música cantada y con mayor predominio del bajo, y tiende a ser más solidaria y de mayor autoestima. Los seguidores del jazz y la música sinfónica tienen una imaginación más activa, son más tolerantes y abrazan ideas políticas liberales. Los metaleros no son nada de tontos y más curiosos que el promedio. Los seguidores del tecno y el hip-hop, en tanto, se unen en su alta energía, capacidad de perdón e incomodidad con las ideas conservadoras. Se creen, además, más lindos que el resto. Los más serios candidatos al suicidio son los fanáticos de la ópera (tres veces más que el promedio). Obvio: el drama se les cuela a la propia vida.

Estudios de este tipo pueden aportar datos significativos a los debates culturales en boga, tan llenos de rigideces en torno a las “malas influencias” que tientan a la juventud. Los académicos, de hecho, determinaron que no hay un vínculo directo entre el gusto por el rap y una personalidad agresiva. De hecho, los fans del hip-hop y el metal suelen ser más tímidos que el promedio. También puede aprovecharse determinado tipo de música para fines productivos: trabajar con música de fondo ayuda a que los extrovertidos se concentren, pero distrae a los demás.

La historia de “Alta fidelidad” lanzó antes conclusiones parecidas. Por su conexión directa a nuestras emociones, la música y nuestra vida social mantienen una relación de intercambio: si bien es posible que un gótico se enamore de una rapera, lo más probable es que al encuentro lo dificulten los muchos prejuicios que hoy nos generan los gustos musicales ajenos. Para bien o para mal, el nuevo modo de escuchar música a través de listas digitales ha determinado una categorización más estricta de quiénes somos y qué estímulos buscamos a nuestro alrededor.

¿Qué había en el iPod de George W.? Country de John Fogerty, folk de Joni Mitchell y algo de blues blanco. No lo decimos nosotros, sino el informe citado: “Son los gustos musicales de alguien simple, que prefiere no pensar mucho para no complicar las cosas”. Debimos haber sabido que no había que dejar el mundo en manos de un fanático del country.

Ahora tenemos el consuelo que Obama gusta de Sara Maclahan y esos ideales de arreglar el mundo, gusto que comparte este humilde servidor.

lunes, 25 de mayo de 2009

¿Quien paga?... Moya


Necesito un trago, de los fuertes. Necesito que alguien me explique en definitiva qué es un país que hace bien las cosas. Ya no entiendo muy bien qué es hacer bien las cosas, y eso es grave.

Una epidemia asola nuestro terruño larguirucho y rico en sueños. Llevo casi 4 años escuchando que tendríamos el mejor sistema de transporte público del culo del mundo. Que el Auge vendría sin problemas. Que las carreteras sólo cobrarían lo que corresponde (cosa que no tiene nada de grandioso, uno siempre debería pagar lo que corresponde, nunca más ni menos). Que tendríamos más trabajo con buenos planes de empleo. Una ley de responsabilidad penal juvenil para jóvenes problemáticos. Tribunales de la familia que funcionarían como una aspiradora. Más puentes, más ferrocarriles, más seguridad, más bonanza, más felicidad. Nunca más apagones, nunca más colas en las consultas, nunca más esmog ni pre o postemergencias de ningún tipo, nunca más falta de honor o de fraternidad.

Que la educación sería cada día más igualitaria, de mejor calidad. Que los sin casa tendrían hogares decentes. Que fuéramos emprendedores, creativos. Que en vez de importar, exportaríamos de todo. Casi el paraíso.

Se ira Bachelet y no hay día que no me hayan cambiado la copia fiel del Edén.

No hay agua, por lo menos por ahora (aunque hoy llovió un poco), por lo menos en la zona central. Bueno, la culpa de eso pongámosla a Dios. Y el resto, ¿a quién o a quienes responsabilizo? Puesto que, hasta donde alcanza mi comprensión, los países no se hacen por arte de magia, menos solos.

A la señora Presidenta, no. Ella a sido un títere en este Gobierno. Así que… ¿a quién? Simple, a los de siempre. O sea, Juan dice que avisó a Diego; éste, a su vez, dice que Pablo no escuchó. En fin, vamos culpando al otro mientras las cosas van de mal en peor.

Pero ojo, algo está cambiando en este país. La gente está comenzando a indignarse, a exigir responsabilidades reales. O sea, que no siempre la cuenta la pague Moya y sanseacabó.

Moya está enojado y con razón. Le ha tocado duro. Desde que descubrieron el dulce terruño, los momentos de alegría son los menos. Guerras, luchas fratricidas, terremotos, etnias que desaparecen. Y cuando todos creían que el cobre era nuestro, que éramos un ejemplo de estabilidad y democracia, se nos ocurre realizar un sueño socialista que termina en un baño de sangre.

De ahí a 17 años de abusos, cinturones apretados, noches de pánico, PEM, POJH y terremoto incluido. Una pausa para la ilusión de la alegría que venía.

Cuatro años de transición, más seis de reingeniería, más seis de todo bien, cada día mejor, y ahora la hora de la verdad. Moya me ha murmurado al oído que ya no da más. Si las cosas no cambian que se preparen, pues no sólo de temblores diarios vive nuestro Chilito.

Que está bueno ya, pues aunque las vacas no vuelen (si bien muchos crean que sí), una cosa es cierta: no hay mal que dure cien años ni tonto que lo resista, y de tonto Moya tiene poco, muy poco, y si las cosas no se aclaran, me dijo que vuelve a nacer vestido para la guerra.

viernes, 22 de mayo de 2009

Sigue hambriento. Sigue alocado.


Cuando tenía 17 años, leí una cita que decía algo como: "Si vives cada día como si fuera el último, algún día tendrás razón". Me marco, y desde entonces, durante los últimos 33 años, cada mañana me he mirado en el espejo y me he preguntado: "Si hoy fuese el último día de mi vida, ¿querría hacer, lo que voy hacer hoy?". Y si la respuesta era -NO- durante demasiados días seguidos, sabía que necesitaba cambiar algo.

Recordar que voy a morir pronto, es la herramienta más importante que haya encontrado para ayudarme a tomas las grandes decisiones de mi vida. Porque prácticamente todo, las expectativas de los demás, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso se desvanece frente a muerte, dejando sólo lo que es verdaderamente importante.

Recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder.

Ya estás desnudo. No hay razón para seguir con tu corazón.

Hace casi un año me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un chequeo a las 7:30 de la mañana, y mostraba claramente un tumor en el páncreas. Ni si quiera sabía qué era el páncreas.

Los médicos me dijeron que era prácticamente seguro un tipo de cáncer incurable, y que mi esperanza de vida sería de 3 a 6 meses. Mi médico me aconsejó que fuese a casa y dejara zanjados mis asuntos, forma médica de decir: prepárate a morir.

Significa decirles a tus hijos en unos pocos meses, lo que ibas a decirles en 10 años. Significa asegurarte de que todo quede atado y bien atado, que todo sea lo más fácil posible para tu familia. Significa decir adiós.

Viví todo un día con ese diagnóstico. Luego, a última hora de la tarde, me hicieron una biopsia, metiéndome un endoscopio por la garganta, a través del estómago y el duodeno, pincharon el páncreas con una aguja para obtener algunas células de tumor. Yo estaba sentado, pero mi esposa que estaba allí, me dijo que cuando el médico vio las células en el microscopio comenzó a llorar, porque resulto ser una forma muy rara de cáncer pancreático que se puede curar con cirugía. Me operaron, y ahora estoy bien.

Esto es lo más cerca que he estado de la muerte, y espero que sea lo más cerca que esté de ella durante algunas décadas más.

Habiendo vivido esto, ahora les puedo decir esto con más certeza que cuando la muerte era un concepto útil, pero puramente intelectual: Nadie quiere morir. Ni siquiera la gente que quiere ir al cielo, quiere morir para llegar allí. Y sin embargo la muerte es el destino que todos compartimos. Nadie a escapado de ella. Y así tiene que ser, porque la muerte es posiblemente el mejor invento de la vida. Es el agente de cambio de la vida. Retira lo viejo para hacer sitio a lo nuevo. Ahora mismo lo nuevo son ustedes, pero dentro de no demasiado tiempo, de forma gradual, ustedes se convertirán en lo viejo, y serán apartados. Siento ser tan dramático, pero es bastante cierto.

Tu tiempo es limitado, así que no lo gastes viviendo la vida de otros. No te dejes atrapar por el dogma, que es vivir según los resultados del pensamiento de los otros. No dejes que el ruido de las opiniones de los demás ahogue tu propia voz interior. Y lo más importante, ten el coraje de seguir tu corazón y tu intuición. De algún modo ellos ya saben lo que tú realmente quieres ser. Todo lo demás es secundario.

Cuando era joven, había una publicación asombrosa llamada The Whole Earth Catalog (Catálogo de toda la Tierra), una de las biblias de mi generación. La creo un tipo llamado Stewart Brad no lejos de aquí, en Memlo Park, y la trajo a la vida con su toque poético. Eran los años 60 antes de los computadores personales y la autoedición, así que se hacía con máquinas de escribir, tijera, y cámaras Polaroid. Era como Google con tapas de cartulina, 35 años antes que llegara Google era idealista y rebosaba de herramientas claras y grandes conceptos.

Steward y su equipo sacaron varios números del The Whole Earth Catalog, y cuando llego su momento, sacaron el último número. Fue a mediados de los 70 y yo tenía tu edad. En la contraportada de aquel último número había una fotografía de una carretera por el campo a primera hora de la mañana, la clase de carretera en la que te podrías encontrar haciendo tu parada si eres aventurero. Bajo ella estaban las palabras: "Sigue hambriento. Sigue alocado". Era su último mensaje de despedida.

Sigue hambriento. Sigue alocado. Y siempre he deseado eso para mí, Y ahora cuando terminas una etapa, para dar comienzo a otra... Sigue hambriento. Sigue alocado.

Steve Jobs

jueves, 21 de mayo de 2009

Good Luck


Obama a creado una gran expectativa mundial, cómo si fuera un nuevo guru de la política, un super hombre que resolvera todos los problemas del mundo, desde la crisis económica hasta los conflictos armados. En definitiva un salvador de la raza humana.
Pero no podemos confundir el apoyo a Obama, con la nueva religión de la "obama-manía" pues parece un político de altura, pero tendrá que demostrarlo. Sera un periodo lleno de retos y sobre todo de grandes riesgos cuyo desenlace podría convertirlo en un héroe si sale adelante o hundir al mundo en la decepcion si fracasa.

El mas apremiante de sus desafíos es el interno, con una economía cayendo en espiral y sin signos de recuperación a corto plazo. En Estados Unidos el déficit fiscal ya supera los 900 mil millones de dolares, lo cual amenaza la viabilidad de la divisa americana como moneda de cambio.

En el panorama internacional, la situación es igualmente compleja. Comenzando por la crisis de Oriente próximo con Israel y Palestina a la cabeza, dos guerras activas en Irak y Afganistan, el terrorismo Islámico, la amenaza nuclear Irani, los coletazos de Rusia que viene usando el deterioro de la imagen norteamericana para afianzarse, además del despegue de China, Brasil e India que ya son potencias a tener en cuenta.

Con su vecino del continente falta por ver la linea que adoptara frente a América Latina y el futuro de una reforma migratoria, los retos son demasiados y sus actuaciones políticas dirán si necesita hacer concesiones o mantienen su imagen de gran líder.

No podemos olvidar que el poder siempre pasa factura, por eso hoy en día solo decimos "Buena suerte señor presidente, la va necesitar".