La primavera, la mejor – dicen – estación del año, porque sale el solcito, se aligeran las ropas y la cursilería más chocante y ramplona se despliega en todo su esplendor, el amor, esa gran palabra cada día más carente de sentido. Se hablan tantas cabezas de pescado con motivo de la primavera y son tantas las realizaciones personales que exige, que muchos – millones quizás – no tienen tantas razones para festejar su llegada, en cierta medida la primavera obliga a ser feliz aunque no abunden las razones para ello. Todo esto provoca frustración en quienes no se sienten invitados a esta fiesta, el solitario o la solitaria – que en Chile son muchos - el cambio de luminosidad que exige arrastrarse por semanas, no si créanme, en primavera puede ser terrible la cosa.
De donde sacaron que la primavera es la estación del amor, es todo lo contrario, es la estación de la patada en la raja, de la ruptura, del desamor, la estación de los cuernos y los cuernos no se ponen por amor, se ponen de puro caliente no más, así es la cosa según las guías de portales para divorciados y separados, en estos “meses primaverales” es donde se produce la mayor cantidad de demandas de divorcios y aumentan las infidelidades. El calor también puede ser algo latero, no todos abominamos del invierno, de esas lluvias, de la tranquilidad por el agua que cae y que disminuye el ajetreo callejero, piénsenlo, en primavera las alergias se disparan, esa insoportable dermatitis trópica que pica – pica mucho – en todo el cuerpo a causa del sudor y la padecen 1 de cada 5 personas, terrible, aun más en ciudades polvorientas, secas y calurosas en época estival como Santiago.
En primavera comienza a apagarse esa cosita – que no – lloren, laméntenlo, vallan de rodillas a Lo Vásquez, solo el que invirtió en sistema “indoor” como Félix Sumastre, Camilo Huerta o Arturo Prat podrán evitar la falta de esa plantita loca que de ahora en más buscara cobijo en alguna quebrada donde el diablo perdió el poncho a fin de ponerse a resguardo de helicópteros sapos y se sustituirá con una importación – ya tradicional – “el paragua” una cosa – haber como lo digo – caca, cualquier cosa menos Cannabis, probablemente y alguna vez partió siendo marihuana en Paraguay, pero ya en la frontera le metieron mierda y la siguieron pateando con caca en Córdova, en Mendoza, luego más caca en Los Andes y después más caca en San Felipe y Santiago, entonces que es el paragua, caca. No importa cuantas campañas públicas moralizantes y piadosas existan aquí, puesto que los que consumen lo seguirán haciendo por muy triste y chocante que suene, la primavera puede ser como el paragua, una mierda de principio a fin.
Muchos insubordinan los rollos a la contención represiva de la correa, convenientemente ocultos tras gruesos sweater y entonces les llega el momento de sufragar el costo de haberse embutido – con total impudicia y sin ninguna vergüenza – cuanta parrillada de chancho con ají, botellas completitas de ron y pisco, todo eso que hace bolsa el organismo y que acentúa el volumen de las charchas en invierno. Pues bien, les llega el momento de desprenderse de tanta caloría y poner en movimiento el tanbembe, lo más grave es que los fijones tienen su fiesta de San Juan – un festín completo – y aquí las mujeres tienen todas las de perder, si bien pueden desprenderse de ropita y sentirse un poquito más guapas, deben sufrir esas miradas lascivas de vejestorios más feos que mejor no te digo, una concupiscencia verbal que no sabe de cedazos y mucho menos de filtros, si de esos mismos transeúntes que en casa se comportan bien y compuestitos, así como también del implacable ojo avizor del obrero que cual ave rapaz esta siempre ahí, ahí, al aguaite.
Mas encima, si, mas encima la educación chilena sigue siendo un esperpento y de momento – nada garantiza – que con la llegada de la primavera la cosa vaya a mejorar, lo que si se garantiza con la llegada de esta son los olores, olor a pata, a poto, no, si la primavera no tiene ni un brillo, absolutamente ninguno.