Son probablemente las comunas más miserables del país, tienen bajos índices de desarrollo humano, los más altos niveles de pobreza – respecto del promedio nacional – las mayores tazas de deserción escolar, altos niveles de desempleo, los menores ingresos autónomos y monetarios. La mayoría de los niños de estas áreas estudian en recintos dependientes de municipios pobres, en los 2 primeros deciles el 70% no sabe de educación pre-escolar y los resultados SIMCE son desmoralizantes.
La abrumadora mayoría de los hogares se debate entre alto nivel de carencia y la carencia crítica, el efecto multiplicador de la miseria se extiende a lo cotidiano, tienen altos niveles de violencia domestica, alcoholismo, trastornos múltiples como depresión. No hay estudio que no apunte con exactitud a la causa de estos fenómenos, economías locales destruidas por una industria forestal en continua expansión desde la década del 80, al punto que estas se han constituido como el segundo actor productivo en Chile, claro, después se ese monstruo llamado minería. Una industria que además dada su tecnificación ni siquiera demanda mucha mano de obra, todo mal.
Solo entre el 25 y el 30% de los trabajadores forestales tienen contrato permanente y los niveles de ingresos indican que el 82% de estos se encuentran por bajo la línea de la pobreza, la mitad de ellos son subcontratados, los 3 conglomerados dominantes, ARAUCO – del grupo Angelini –, CMPC – del grupo Matte – y MASISA desde más atrás, fijan los precios a los más chicos, y al que le gusta bien y los que no, bien también. Esta es solo una muestra más del abandono hacia estas comunidades por parte del Estado, el que no tiene – al menos no muestra – una estrategia para fortalecer las economías locales y evitar que estas sigan atadas a una industria con inexistentes niveles de innovación tecnológica e investigación.
Las regiones VII y VIII cedieron al impulso, ahora la sustitución continua – a tranco firme – en las regiones de La Araucania, Los Ríos y Los Lagos. En la región de Los Ríos entre 1998 y 2006 más 20.000 hectáreas de bosque nativo – húmedo, con pastito, insectos y animales – fueron sustituidas por estas plantaciones. La tierra aguanta hasta 3 o 4 cosechas, luego la tierra se muere, la tala arrasa la cosecha, deja un suelo yermo, seco, y en el suelo quedan las raíces que son removidas con maquinaria pesada y con uso de químicos para matarlas, la regeneración es demasiado lenta, toma décadas y décadas.
Este es el mundo en que nacieron, crecieron, vivieron y murieron los brigadistas, esos que solo estaban subcontratados por la Forestal MININCO, esos que se criaron bajo la línea de la pobreza y que no tuvieron opción alguna de un futuro mejor, todo gracia a las forestales, esas forestales que acechan el hermoso Sur de Chile.