jueves, 23 de julio de 2009

Pensar, pensar y pensar


Nos gobiernan técnicos desde la educación pasando por la medicina y hasta la economía. Nos fragmentan con informaciones que juegan entre el susto y el horóscopo. Técnicos y tecnócratas resultan cómodos para el poder: son manipulables y permiten manipular. De paso, tecnifican las cabezas. No piensan, pues no lo necesitan. Y facilitan que nadie piense.

El trabajo del intelectual, en cambio, es casi sólo pensar. ¿En qué consiste? Por de pronto, en hacer cosas raras e incomodar. Por ejemplo, Einstein, apenas pensó, decidió no usar nunca calcetines. Y navegaba horas y horas, solo, a la vela; pero nunca supo navegar ni nadar. Lo hacía cuando el pensamiento se le atascaba; o tocaba horas y horas su violín. Así, pensaba. Se proponía hipótesis sobre el mundo todo, no sólo el físico. Sabía, aunque a veces lo olvidaba, que toda explicación es una hipótesis. Su mecanismo mental era una pregunta: ¿qué sucedería si esto, que parece así, no fuera así? Quizá sea la más vieja pregunta intelectual. La llevó a extremos. Nos alteró el entendimiento del mundo. Condujo a derivas técnicas como el láser, el GPS y los escáneres, y a unos asuntos nucleares que han quedado, míseros que somos, en manos tecnocráticas militares.

La movida del intelectual es pensar siempre, construir modelos a sabiendas de que son provisionales, urdidos de dudas. No creer en ellos: esto es tara de gente cómoda de cabeza tecnificada y fragmentada, propensa a modas que ahogan el cerebro, propensa a las “supersticiones racionales” que decía Wittgenstein, tara de gente que por ello se aferra a la defensiva, ideológicamente, a modelos como si fueran definitivos.

Ojo al cojo: ¿por qué al cojo? Bien mirado, un cojo parece alguien que insiste en tropezar siempre del mismo modo. A Einstein, que nada tenía de cojo (aunque no usara calcetines) cuando Hitler (cojísimo) le amenazó de muerte, Princeton (una universidad, no una empresa) lo contrató exclusivamente para que pensara, sin otra obligación, sin que nadie le exigiera “resultados” Y Einstein, pensando, resultó, por cierto, bastante incómodo para poderes varios (hasta estuvo en la lista negra del FBI)