Han pasado algunos días del anuncio de la presidenta sobre los gastos relacionados con las FF.AA. Muchas veces se ha discutido, pero por primera vez se toma el tema con la seriedad que este merece. Habrá que discutir los detalles – es cierto – de cómo será la discusión en el congreso nacional, la presidenta de la republica dijo que se pretende derogar la ley reservada del cobre – cuantas veces e escuchado esto en tiempo de campañas políticas – pero ahora parece ser verdad, pues se a enviado ya el proyecto de ley.
Por el momento lo que interesa rescatar entonces es el concepto que inspira una medida como esta – nunca antes vista – hasta ahora el 10% bruto de las ventas del cobre – es decir y lea bien – o sea antes de pagar impuestos, lo que se recibe netamente por la venta, son millones y millones de dólares que van – limpiecitos – a las Fuerzas Armadas sin mediar un debate o una reflexión. Además todo esto con un piso en el caso que el precio de nuestro metal baje, pero sin techo de gasto. Solo nuestro pasado reciente y el mundo que nos ha dejado atrás – o que hemos dejado atrás – explica tal irracionalidad.
Una cosa es asegurar recursos para un área estratégica como es la defensa nacional, pero otra – muy distinta – es hipotecar otros sectores tan cruciales como nuestro desarrollo. Entonces lo que se busca es permitir que el gasto sea – ni mas ni menos – el necesario, ¿para descuidarse? obvio que nadie pretende eso, pero a la vez se debe conciliar el uso racional de nuestros recursos que por definición son escasos. Para ello se debe operar con un criterio tan simple como el que opera en el resto de la administración, a través del presupuesto nacional.
Las Fuerzas Armadas hacen su requerimiento presupuestario luego de su planificación estratégica, la presentan por la vía del Ministerio de Defensa, se discuten las instancias que la democracia establece y así – solo de esta manera – pueden acceder a los fondos y al material que requieren. Este nuevo mecanismo permitirá atacar varios puntos a la vez, resaltan a la vista de inmediato la eficacia en el uso de platas públicas, pero sobre todo la transparencia en esta materia, fundamento que por años – décadas – se ha pedido a moros y cristianos, pero nunca la defensa nacional bajo el pretexto de lo “sensible que es esta materia” se pronuncio al respecto. Mentira, en la compra de material bélico y el gasto relacionado con las fuerzas armadas también se puede ser transparente y cuidadosos a la vez, de echo las experiencias resientes de opacidad siempre deslindan en delito. Al menos así lo ha demostrado el último tiempo.
Por el momento lo que interesa rescatar entonces es el concepto que inspira una medida como esta – nunca antes vista – hasta ahora el 10% bruto de las ventas del cobre – es decir y lea bien – o sea antes de pagar impuestos, lo que se recibe netamente por la venta, son millones y millones de dólares que van – limpiecitos – a las Fuerzas Armadas sin mediar un debate o una reflexión. Además todo esto con un piso en el caso que el precio de nuestro metal baje, pero sin techo de gasto. Solo nuestro pasado reciente y el mundo que nos ha dejado atrás – o que hemos dejado atrás – explica tal irracionalidad.
Una cosa es asegurar recursos para un área estratégica como es la defensa nacional, pero otra – muy distinta – es hipotecar otros sectores tan cruciales como nuestro desarrollo. Entonces lo que se busca es permitir que el gasto sea – ni mas ni menos – el necesario, ¿para descuidarse? obvio que nadie pretende eso, pero a la vez se debe conciliar el uso racional de nuestros recursos que por definición son escasos. Para ello se debe operar con un criterio tan simple como el que opera en el resto de la administración, a través del presupuesto nacional.
Las Fuerzas Armadas hacen su requerimiento presupuestario luego de su planificación estratégica, la presentan por la vía del Ministerio de Defensa, se discuten las instancias que la democracia establece y así – solo de esta manera – pueden acceder a los fondos y al material que requieren. Este nuevo mecanismo permitirá atacar varios puntos a la vez, resaltan a la vista de inmediato la eficacia en el uso de platas públicas, pero sobre todo la transparencia en esta materia, fundamento que por años – décadas – se ha pedido a moros y cristianos, pero nunca la defensa nacional bajo el pretexto de lo “sensible que es esta materia” se pronuncio al respecto. Mentira, en la compra de material bélico y el gasto relacionado con las fuerzas armadas también se puede ser transparente y cuidadosos a la vez, de echo las experiencias resientes de opacidad siempre deslindan en delito. Al menos así lo ha demostrado el último tiempo.