Ocurre en las calles, cerca del estadio, a veces suena reñido, acompañado de un gesto mustio, un tono lastimero o bien por televisión, generalmente en el último trimestre del año, incluso en el supermercado inspirado en el enternecedor rostro de una anciana que a punta de cuidados y desayunos puede llevar el abandono y su cercanía con la muerte.
Pedir, pedir es toda una institución en Chile, una cultura pedigüeña que ha consagrado la dadiva y la conmiseración en todo un estilo de vida. Rol social capaz de echar por tierra el paternalismo que más aun se ha dado con fuerza en los sectores populares y se manifiesta en los reclamos provocados por una inundación, por un incendio, por la crecida de un rio, porque el banco le quiere rematar la casa, lo que sea.
Aguce la vista, en boca de todos los afectados se busca siempre un sustantivo común, unas palabras que ayuden hacer tanto o más el pedido de ayuda como “aquí hay niños, somos personas de esfuerzo, hay abuelitos”. Quien sabe por qué extraña razón siempre se invoca la existencia de los niños, cuando lo raro es que no existieran si en todas partes revolotean los pergenios, pero hay más, en toda algarada nunca falta quien quiere imprimirle algo más de dramatismo a la demanda ciudadana “pónganse una mano en el corazón y la otra en el bolsillo”, que se pongan una mano en el corazón, que frase más infaltable, también es infaltable el llamado a las autoridades para que se apersonen en el lugar de los hechos y les garanticen una solución a todos sus males, así en un santiamén, ahí es cuando asoma el triste analfabetismo cívico que atribuye poderes monárquicos a los políticos de turno.
En las últimas décadas la sociedad chilena a comenzado a promulgar fuerte con asistencialismo que linda peligrosamente con la mendicidad, ahora todos piden, piden plata, mejoras, derechos, pero nadie asume las responsabilidades que derivan de los mismos. Como no recordar lo que fue el fenómeno “Farkas” el que confirma todo lo antes – aquí – expuesto, multitudes para agarrar un billete de 10 lucas, acostumbrarse a pedir se convierte en una práctica en desmedro del sacrificio, el esfuerzo, la iniciativa y el emprendimiento, en todo esto tiene – muchísimo – que ver una formación católica que en su faceta más conservadora haya virtud en la pobreza y que llama al más desposeído a resignarse a todas sus penurias, conformarse con migajas, rastrojos y mendrugos.
Como aquí todos hacen su parte, aquí el gran empresariado es por lejos – pero por lejos – el estamento productivo más pedigüeño que puede existir, siempre pidiendo ayuda al gobierno para que este le brinde facilidades, le garantice las utilidades o les mejore el negocio con un camino, con un puente y no trepidan en llorar a moco tendido por alguna extensión tributaria, algún salva taje, un subsidio, que el dólar, que el mercado laboral es caro, que el fondo de estabilización y nunca hay una vuelta de mano, las manifestaciones de ANDA CHILE sin ir más lejos encuentran sustento precisamente en la plata que papá estado le prestó a la banca por la crisis financiera de 1983 y hasta hoy la deuda sigue ahí y nadie quiere pagarla.
Aquellos que integran la clase media – esa mala clase – nunca le piden a nadie, no, en realidad estos cabros también piden y machetean, es que pedir esta en el adn chileno, este es un país de shogunes porque al final los sablazos hormigas están a la orden del día. Dicen que en el pedir no hay engaño, mentira, muchos farsantes inventan cesantías para mendigar en alguna micro, ya dicen por ahí que “que no llora no mama” .