Un avión se desploma en el Archipiélago de Juan Fernández, que iba con sobre carga, falto de combustible o se debió esto a – simplemente – la impericia de sus pilotos, ¿hubo de todo un poco acaso? y el ultimo martes un funcionario de la FACH pereció en medio de las labores de la búsqueda.
Recuerdan al SHOA, ese de la Armada que subestimo el poder de lo que mejor conocía, el mar, y también esta Antuco, esa tragedia propiciada – única y exclusivamente – por la obstinación de un alto oficial, su decisión termino costando la vida 45 conscriptos, recuerdo la publicación de una oprobiosa columna en el mismísimo New York Times, la cual hablo sobre la incompetencia del ejercito, si, de nuestro ejercito, ese que siempre vence y jamás ha sido vencido.
¿Razones para preocuparse? simple incompetencia o fallas que se apegan al margen de siniestro tradicional para instituciones que realizan una labor muy singular. “La cofradía blindada”, completísimo libro de investigación – escrito por Dauno Totoro – que como ningún otro muestra a los civiles ese extraño mundo – que parece ser – militar, su cultura, sus ritos, sus costumbres, su organización, sus conceptos de país, patria, nación y jerarquía, para Totoro estos incidentes – los recientes – hablarían de vicios propios de instituciones habituadas a estar por sobre el bien y el mal, por eso la modernización se haría urgente, cosa con la cual concuerdo plenamente.
En los últimos 20 años supimos de mucho, escándalos por la internación de muebles de ratan, con las defensas corporativas sobre todo cuando están involucrados altos oficiales, paso por ejemplo con carabineros estos últimos días, en lo que respecta la contención de protestas sociales y como ha enfrentado el conflicto mapuche, de pronto se ve mucho deslinde de responsabilidades y eso es algo que debe cambiar. Es sabido que toda institución se fortalece de momentos que sus jefaturas son copadas por su mejor gente, por los más capaces, léase, una meritocracia total que debiera pesar aquí – tanto o más – que en un institución conformada por civiles, precisamente por la responsabilidad de tener el monopolio de las armas. Son jerarquizadas si, también son disciplinadas, pero cuidado, en las FF.AA ha predominado históricamente un espíritu aristócrata, elitista, segregador, nada meritocratico puesto que opera en función del origen socio-económico de quienes aspiran a ingresar a una de sus escuelas matrices. En este sentido las Fuerzas Armadas chilenas han evolucionado bastante poco, el ejercito es aristocrático, lo mismo la Armada – ligada desde su origen a los ingleses - ¿cómo segregan estas instituciones? simple, con sus altos precios de carrera.
Esta resistencia histórica a las reformas en instituciones muy tradicionales se hizo muy patente cuando Pinochet dijo – en referencia al caso alemán – que aquello podría generar una orneada de “marihuaneros sindicalistas”, pero bueno, con el tiempo se incorporaron las mujeres en plenitud, el servicio militar dejo de ser obligatorio y ningún vaticinio catastrófico de pinocho – cual Tía Yoli – se hizo realidad y a pesar de todo, hay muchas cosas – tantas – en las que Chile debe seguir avanzando, la justicia militar por ejemplo, que al día de hoy sigue juzgando a civiles y eso, eso es muy extraño – por decir poco – en el mundo en que vivimos.