Valiente militar, cuya carrera ha sido ultrajada por el marxismo, Miguel Krassnoff Martchenko, el noble cosaco que ahora purga condena en una pocilga indigna, durmiendo – quien sabe – en el suelo, viendo películas en VHS, quizás hasta recogiendo el jabón, por eso los defensores de Augusto Pinochet llegaron hasta el Club Providencia, para defender la obra de un militar como pocos, hidalgo, valeroso y recto, lleno de humanidad y decencia, todos de alcurnia y abolengo, llegaron a plantar cara a los humanoides apatridas, los que por cientos llegaban a Pocuro con Tobalaba.
Fue alumno aventajado en la Escuela de las Americas, donde destaco en los cursos de técnicas manuales, especialmente los que decían relación con circuitos eléctricos, corrientes alternas y cosas así, pocos conocen la actuación del ex brigadier Krassnoff Martchenko, que sale muy bien retratado en su libro, para que lo recuerden las nuevas generaciones, esas enceguecidas de propaganda vende patria, fue el 5 de octubre 1974, en la calle Santa Fe, comuna de San Miguel, acción en la que murió Miguel Enríquez – junto a toda la cúpula del MIR – por la que gano la medalla al valor cuando aun era un pollo, un simple teniente.
Esa tarde, recorría en compañía de un subteniente y un oficial de carabineros, una mujer asimilada a la armada, en la calle jugaban algunos niños, quienes los miraron riéndose y se dijeron algo entre ellos, el teniente Krassnoff con un notable olfato, bajo y les pregunto el motivo de las carcajadas, uno de los chicos le contesto con desparpajo que ellos sabían cual era la casa que andaban buscando, los niños señalaron una casa cualquiera – aparentemente igual a todas - ¿qué hacer entonces? se pregunto Krassnoff, la denuncia infantil podía no tener mayor valor, pero había que verificar. Además ellos llevaban un mandato legal de allanamiento, pero Miguel Krassnoff prefirió acercarse, tocar el timbre y conversar con la persona que les abriera, el oficial de carabineros lo acompaño, más próximo a la pared, al pasar frente a una ventana de la casa señalada, es que este alcanzo a oír el casi imperceptible sonido que hace un arma cuando se apresta hacer disparada y grito, advirtiendo a Kressnoff, ambos cayeron al suelo y a centímetros de sus cabezas, pasaban las ráfagas de ametralladoras destinadas a ellos, las que provenían desde el interior de la casa que los niños apuntaron con sus dedos.
Es por esta pequeña historia la indignación viva de una multitud de unas 6, bueno, con raja 8 personas, que llego ahí con el pecho henchido de orgullo y valor, por la marcialidad de tan honorable militar, y en honor a ese militar aguerrido y patriota, contraatacaron con escupitajos y alguna que otra palabrota que ellos no han querido proferir, pero la situación lo obligo, porque todo era como mucho.
Sigamos recordando lo que muy bien esta descrito en el libro de Krassnoff: luego del intenso y desigual tiroteo – alevoso – llego la calma, cuando ingresaron a la casa, lo primero que vieron fue a una mujer tirada y ensangrentada en el suelo, el oficial pidió permiso para levantarla pero el teniente se lo negó, camino hacia ella para examinarla, comprobó que estaba embarazada y que aun vivía, la tomo entre sus brazos y personalmente la llevo a una ambulancia que justo – justito – había llegado al lugar de la masacre, exigió que la herida fuese llevada al Hospital Militar, el conductor intento negarse y dijo que no llevaría a una terrorista asesina a ningún lugar, el teniente de manera inmediata desenfundo su revolver y obligo a cumplir la orden. Ya más tranquilo, Miguel Krassnoff recuerda que a los 2 extremos de la calle la gente pedía a gritos que matara a la mujer. Esos eran entonces los sentimientos – no de los militares – de la gran mayoría de los chilenos.
Como no entender la actitud de los “bien nacidos” compatriotas, quienes llegaron hasta el Club Providencia, a defender a este militar vejado por el poder judicial, cooptado por el comunismo internacional y fuertes no se amilanaron ante las amenazas de mujeres premunidas de carteles, todos hechos con corchetes, que ya sabrán, bien pueden matar a una persona. Y que decir de los compañeros de armas del cosaco Krassnoff, todos ellos han sido vapuleados por esa historia escrita por la propaganda marxista, leninista, sindicalista y marihuanera.