Permítanme un par de cosas personales. He recibido algunos mail indicando que porque vivo en cierta comuna, que por comer en ciertos lugares, que por los deportes que practico y donde me desenvuelvo a diario, no cuesta nada – me dicen – quejarse por la desigualdad y contra quienes hacen sus riquezas no contribuyendo como debiesen con sus impuestos, si bien no es primera vez que sucede, es interesante que se repita. Para mi es un argumento antiguo – con mucho de resentimiento – equivale en la época de dictadura al “si no te gusta aquí, ándate a Cuba”, cosa que decían algunos cuando el gobierno de Pinochet era criticado. El principio rector de ese argumento es que, no se espera que del ghetto, de la elite, de la misma familia, vengan las críticas por lo que ocurre, justamente en esos sectores.
Para todos los que me critican, bueno, tengo malas noticias, toda la historia de las ideas se ha movido justamente cuando se fragmentan los grupos de estatus social más homogéneos, cuando las críticas ya no pueden disimularse en algún almuerzo familiar. Cuando en el mismo partido se escuchan quejas, cuando los que tenían hijos en el mismo colegio manifiestan visiones diferentes, cuando el dialogo se hace latente, es justamente cuando se da, cuando ya no puede ocultarse, cuando dejan de escucharse – solamente – las voces de quienes piensan igual.
Segregar, es algo que se ha hecho para evitar escuchar críticas, porque lo que se oye dentro de los propios ghettos, dentro de las propias elites, no son precisamente críticas, y por lo tanto, claro que sorprende que alguien que comparta los mismos lugares o que disfrute de las mismas cosas, pueda decir que Chile es un país absolutamente desigual. Eso es esperable de quienes segregan – se supone que yo debiese hacerlo – de los que estamos del otro lado, porque para eso segregan, para establecer enormes muros que impidan que las cosas dentro de este sector se digan y se vean. Es más fácil pensar que si alguien va reclamar, ese alguien sera del otro lado.
Desgraciadamente para ustedes – repito – las cosas solo se mueven, las cosas solamente empiezan andar, en la medida que las situaciones que merecen ser criticadas se instalen – también – allí, donde la garantía del poder, donde la garantía de tener un buen pasar, ahí mismo se produzcan las quejas, ahí mismo se comienza a ver a las personas como parte de un todo, ahí recién es posible establecer los diálogos. Ahí, cuando las quejas se hacen dentro de la propia casa, nace la posibilidad de lograr acuerdos, y de como podemos resolver las diferencias para que todos quepamos donde hoy no caben todos, si no, simplemente algún día no va caber nadie, absolutamente nadie.