Donde más se avizora la evolución de la sociedad – probablemente – en el corto plazo, es en el lenguaje, cosas que hace algunos años no tenían ninguna importancia, hoy se transforman en claves, depende de cómo se digan, de cómo se planteen. En occidente esto ha tenido muestras muy claras, desde la abundancia de denominaciones políticamente correctas en Estados Unidos, donde por ejemplo, llaman afro americanos a quienes eran llamados negros hace pocos años, nativo americanos a los que llamaban indios, cambiaron la persona que habla, por alguien que represente – por un vocero – de manera que no se pueda distinguir entre géneros.
En Chile la categoría de femicidio, para llamar el asesinato de mujeres a manos de hombres, pasando por la ilegalidad de buscar secretaria indicando buena presencia como requisito, hasta en política, cuando encontramos equilibrios en la confección de un gabinete que tenga bien representadas al genero femenino. Por eso, el chiste del presidente Sebastián Piñera – dicho en México – donde uso una vieja frase, que ha sido atribuida indistintamente a George Bernard Shaw y a la ex ministra británica Edwina Currie, expresión que compara políticos con mujeres, como clases apartes, es un tropezón bastante torpe, para alguien que a tenido además preocupaciones especificas respecto a la mujer y una muy reciente, como la del post natal.
Es cierto que uno tiene a veces la cuerda – el vuelito – de lo que ha sido la cultura histórica, y no logra advertir a veces y para eso están los asesores, que el tiempo, el clima, la época, tiene que ver no solo con el hacer cosas en pos de la igualdad de oportunidades, si no además, tiene que plantearse esas disposiciones que se tienen en el lenguaje, tan simple como eso. Es una de las cosas más fáciles que existen, aunque parezca pedestre, porque aquí, se pasan todo el día haciendo chistes sobre gallegos, judíos, árabes, hablan de turcos cuando no lo son, y lo hacen todo de arrastre, como si nada importara, como si esos comentarios no tuvieran ningún tipo de relevancia, el que a una persona se le cambie el gentilicio porque así fue conocido antes, eso se lo traspasan a sus hijos que a su vez lo replican, y siguen hablando igual que sus padres y abuelos.
Una de las cosas que efectivamente los políticos pueden hacer – deben hacer – es ajustar el lenguaje, allí donde merezca el ajuste, no se trata de ser tontos graves, si no para intentar cambiar no solamente lo que se dice, más aun, lo que se enseña a las generaciones que vienen. El lenguaje crea realidades, crea clases, crea categorías, crea diferencias, y una de las cosas que se han entendido en occidente y una de las cosas de la que los intelectuales han escrito muchísimo, es que precisamente el lenguaje, puede ser la herramienta más importante para cambiar la realidad de algún individuo, si se hace con contumacia y un cambio real de conducta.
No es grave lo que paso, pero no es una buena señal y desde ese punto de vista la exacerbación del lenguaje a la antigua, no es buena para nadie, el mismo Piñera – me consta por las cosas que ha propuesto y que va proponer – piensa en el rol de la mujer de otra manera, con otra participación mucho más integral, mucho más idéntica, mucho más igualitaria para todo tipo de personas, las cuales merecen ser parte de este país, de esta sociedad. Esa igualdad no requiere de caratulización en las más altas esferas, como si fueran seres humanos distintos al resto, desde es punto de vista y en este particular instante, Piñera pudo perfectamente haber evitado su salida de madre, su mal chiste.