En Medicina hay teorías para todos los gustos. Respecto de los trastornos de la conducta, o enfermedades mentales se ha dicho de todo: desde que no existen hasta que son de origen genético o ambiental. Pero ninguna dolencia tiene una sola causa, sino incontables, porque todas son el resultado de innumerables factores concurrentes: genéticos, ambientales, sociales o biográficos.
La mente humana está condicionada por la educación y la cultura, y está fragmentada por naturaleza. La sociedad acentúa las contradicciones y la incoherencia entre los fragmentos. Puede llevar a un ser humano vulnerable a la locura. Y también puede ayudar a integrar esos pedazos de conciencia confusa, favoreciendo el desarrollo y maduración de una personalidad equilibrada. Nuestra mente necesita orden. El desorden y la incongruencia intelectual o afectiva la desespera y la saca de quicio. El orden exterior, cuando es lógico, justo, equitativo, acogedor y humanitario, nos ayuda a ensamblar mejor nuestro cerebro y a que nuestra mente se aclare. Deberíamos atender menos al mundo exterior, siempre caótico y conflictivo, y más al interno, a la razón y a la intuición, al corazón en suma: potencia de la mente para ver las cosas claras y ordenar nuestros pensamientos y afectos.
Ante esto, poco se puede hacer por los espíritus más débiles: crear una sociedad que los arrope y estimule. Pero los más afortunados deberían sacar mejor partido de la dote innata de inteligencia que han recibido. Porque sólo ella es capaz de poner un orden "natural" en nuestras vidas. El que espere que la sociedad o alguna institución le solucione sus problemas espirituales o afectivos, está perdido.