Jeff Hart vive en Denver, pero desde agosto se encontraba en Afganistán, trabajando para el Ejército de USA en la excavación de pozos para extraer agua. Poco o nada sabía de Chile cuando lo llamaron para que manejara la máquina Schramm T-130 que el sábado rompió en la mina a 622mtrs de profundidad. Satisfecho y orgulloso, dijo tras completar la tarea: "No voy a hacer algo más importante que esto en mi vida".
Es difícil que Hart haya imaginado alguna vez que su misión más trascendente la iba a cumplir en una mina perdida al interior de Copiapó en el distante Chile. Pero, de una forma misteriosa, el camino de este hombre de 40 años se ha cruzado con los de los otros protagonistas de la odisea minera.
Al igual que Hart, una serie de individuos de orígenes muy diversos quedará marcado por lo ocurrido en estos 70 días. Uno de ellos, Laurence Golborne, probablemente jamás creyó que terminaría convertido en personaje central de una historia como ésta cuando era un adolescente que tomaba la micro desde Maipú para asistir al Instituto Nacional, ni cuando le dobló la mano al destino y se convirtió en exitoso ejecutivo, ni tampoco cuando fue nombrado ministro en una cartera como Minería, que asomaba carente de una agenda significativa. Ahora Golborne sabe que una seguidilla increíble de coincidencias lo ha ubicado en una posición que él no buscó, pero que le abre insospechadas expectativas.
Ninguno de los 33 hombres que bajaron al turno de la mina San José ese 5 de agosto conocía tampoco lo que estaba por venir. Pese a ello, enfrentaron con fortaleza y serenidad la más dura de las pruebas. Ahora, como ha dicho el extravertido, pero centrado, Mario Sepúlveda, tras salir de las profundidades, sólo esperan que "no nos traten como artistas. Quiero que me sigan tratando como trabajador, como minero".
La vida, deja claro esta experiencia, entrega sorpresas. Pese a que nos gusta planificar hasta el detalle y a que aspiramos a mantenerlo todo bajo control, lo cierto es que vivimos lo inesperado y que el azar (o la Providencia) tiene mucho que ver en nuestras vidas. Hay quienes poseen un espíritu más pesimista, confían poco en la virtud humana y ven en la incertidumbre una tragedia que espera a la vuelta de la esquina. Otros, en cambio, enfrentan la entropía con una actitud más constructiva y están dispuestos a plantarle cara al destino. Son los que creen y dan la pelea.
Muchas veces, naturalmente, los elementos triunfan. En otras ocasiones, sin embargo, la voluntad se impone y es capaz de transformar en una gesta lo que inicialmente parecía un desastre. Eso es lo que presenciamos en Atacama en estos momentos. Un conjunto de personas, en el fondo de la mina y en la superficie, ha sabido aprovechar el desafío que les presentó el destino para enseñarnos a todos una lección de temple, patriotismo, amor a sus familias, fe y perseverancia a toda prueba. Ni Jeff Hart, ni Laurence Golborne, ni los rescatistas, ni tampoco los 33 mineros, sospechaban que esto iba a pasar. Nadie prevé una cosa así. Sin ellos saberlo, no obstante, la vida los había preparado para esto y, cuando sobrevino la exigencia extrema, estuvieron a la altura. Aprovecharon la inesperada oportunidad y ahora ninguno volverá a ser el mismo.