martes, 29 de marzo de 2011

Que dios los perdone.

Fue cómo un mazazo, un golpe en el mentón, una cruz llevada en silencio. ¿Por cuantos? en realidad no son muchos los que integran la elite socio-económica chilena, un selecto grupo y nada más. La elite, un grupo dentro de otro grupo que habita en la cúspide, un grupo aun más hermético que presume ser depositario de las virtudes humanas y republicanas, históricamente se habla de ellos - los integrantes de la elite - cómo los mejores, los notables.

Este ha sido un golpe durisimo porqué la cúspide termino siendo reventada por algunos de sus propias filas y triste debe ser que los lideres espirituales de estos grupos queden ante la plebe cómo lo que siempre han sido no más, abusadores, depravados, gente de moral torba, delincuentes celestiales. La elite hoy está en pelotas, apenas tienen para cubrir sus vergüenzas y aquí ellos han perdido bastante feo.

El año pasado se produjo cierta polémica editorial debido a que algunos economistas y pensadores hablaran de ciertos cambios en la elite chilena, una con nuevos parámetros, con nuevas formas de ganar eso que llaman poder y prestigio, que para ser del selecto grupete no es solo cuestión de plata si no se deben hacer 3 o 4 post grados en universidades gringas, hablar ese idioma, leer ciertas revistas, ser un tanto más bohemio, comprar el The Clinic y tomarse unos copetes en el bar de aquel pasquín, tener un poco de mundo, vestirse en una tienda alternativa. Incluso algunos ingenuos llegaron a creer que era una elite más meritocratica y es que ahora es mucho más fácil ir y cambiarse el apellido que asistir a Hardvar.

Pero que sucedió con el caso Karadima, una elite que reacciono cómo siempre. En 1904 estallo un escándalo con ribetes muy similares en el exclusivo colegio San Jacinto y paso que prefirieron echarle tierra, todo concluyo con religiosos condenados pero prófugos con la ayuda misteriosa de vaya saber uno quien. Lo del fiscal nacional Sabas Chahuan se entiende y calza bien en un país que padece eso que mi abuelito llamaba el "síndrome de la hacienda" y que mantiene la misma correlación de fuerzas que la colonia, unos pocos patrones con poder desmedido, dueños del poder económico, social y político, así los peones temerosos cocientes de su lugar en este mundo sin poder de nada, sin poder a nada. Se hace imposible desconocer esa realidad en el Chile de hoy, presiones de los poderosos, eso es casi normal en la copia feliz del edén por eso no muchos se escandalizan.

Extraña convivencia entre la elite y el sector dominante de la iglesia, especialmente ese que se extendió bajo el alero de Juan Pablo II y que retro trajo a la iglesia al catolicismo más extremo y cavernario, hubo pensadores que deslizaron una hipótesis nada desdeñable, el catolicismo ultra conservador, preconsiliar, genero el apagón intelectual que llevo a la pobreza extrema todas la áreas bajo su influencia en contra posición con los países protestantes que han sido siempre más desarrollados. El improductivo latifundo y su dominio versus la granja y la cooperativa, la excesiva valoración y el estirpe que al final promueve la endogamia que impide la renovación genética de cualquier grupo versus la construcción del prestigio no ya en fusión de su cuna si no en el mérito y el trabajo, por eso Canadá y USA, por lo otro esta rancia Sudamerica.

Lo insólito sigue siendo es que acá en la América morena y agrícola, las elite tienden a tornarse aun más religiosas lo que explica la proliferación de seudo sectas de ese tipo. Hay que entender todo lo anterior para modular lo que el caso Karadima provoca en la elite chilensis. Mi conclusión es que una elite no se renueva por la mera adopción de usos y costumbres, ni hábitos de consumo, lo que si puede tener mucho de pose, mucho de moda y mucho de formal, pero la verdadera renovación de estos grupos pasa por cambios culturales, profundos, por una visión distinta, por estar dispuesto a una nueva conformación.

Aquí hay cosas que siguen igual y seguirán igual, porqué quizás Julio Llanquileo podrá ser brillante pero no tiene un apellido para ser aceptado en Hardvar y carece de esos "padrinos" que ayuden en esa tarea y escriban una carta de recomendación, sabemos que el mismo Julio, un joven de facciones tiznadas del mestizaje no integrara nunca su mesa, cómo aquellos que no saben nada, pero dieron la hora en Harvard, leen The Clinic para decir que son cool y dan jugo, mucho jugo tomándose hasta el agua de los floreros en algún pub de providencia. Seguirán los integrantes de la elite siempre reguleques no más, seguirán presionando a jueces, fiscales, gobierno, de maneras más o menos explicitas, seguirán haciéndolo porqué simplemente esa gente puede hacerlo.