domingo, 10 de abril de 2011

El negocio de la fe.

Son 150 personas aproximadamente, que efectivamente interrumpen el normal desplazamiento ahí en calle Aldunate casi al llegar a Copiapó, los vecinos del sector dicen que no quieren más guerra. El olor a orina impregna el lugar, los fieles de la iglesia Impacto de Dios dicen que ellos no tienen la culpa, que eso es una característica propia del viejo Santiago, ese de calles estrechas, de casas de una planta donde escasean los niños y si hay muchas canas, son los ancianos precisamente quienes componen el grueso de los feligreses que acostumbran celebrar sus oficios religiosos en la calle, los que meten boche y no dejan dormir.

La estridente predica de estos ciervos de dios no solo libera, también ensordece, pero es la palabra del todo poderoso y a quien dio su vida por nosotros no se le amordaza ni censura dice su pastor Ricardo Cid, son fundamentalmente pobres los que escuchan el sermón o mejor dicho una secuencia de frases tan incoherentes como fervorosas. Hablan de la inevitable pero tentadora presencia de Lucifer pero también de Dios, del omnipotente que está en las alturas, luz intensa que brilla con más fuerza gracias a él, al pastor Ricardo Cid, el pastor que una vez “hiso llover oro” ese hombre que contra restra sus canas con tintura castaña y luce unas finas cejas delineadas con pinzas, al que se le acusa de enriquecerse a costa de sus fieles que aun lo creen un santo. Pero se han dicho muchas falsedades, dice el pastor Cid porqué el dinero jamás le ha importado, eso claro, independientemente de su rolex de oro.

El pastor Cid siempre ha estado en el centro de la polémica, una vez su hermana lo acuso de mantener relaciones con otro fiel, una historia que en su iglesia niegan como todo lo demás, porque todo es una conjura, escribir de esto también es una conjura, como echarlos a la calle, corretearlos con carabineros, indisponerlos con los vecinos, una conjura del más alto nivel que arranco cuando denunciaron ante los cientos de fieles que dicen tener las mentiras del gobierno actual y la de los anteriores también, la actual administración mediante el alcalde Zalaquet ahora les pasa la cuenta. Oh la podredumbre, la podredumbre de un palacio de la moneda que caerá como los muros de Jericó, asegura Cid.

Pero no siempre es Ricardo Cid quien toma la palabra, también hay otros, fieles escuderos que no dudan en amenazar a quien pregunte de más, es que para ellos el pastor Cid es un santo redentor, es a él a quien siguen, el es intermediario con dios creador, el que porta las tablas de la salvación y su palabra es ley en medio del estribadero sagrado. Algunas mujeres lloran desconsoladas, en medio del delirio otros se largan a hablar en lenguas y no falta quien cae preso de convulsiones, es que para ellos la fe, esa que mueve montañas remese cada musculo y cada hueso, otros saltan, otros bailan y gritan con los ojos cerrados, en su frenesí colectivo dan el 10% de sus ingresos a la iglesia, pero que va, hay otros que gastan la plata en copete, ellos dicen preferir beber de la fe que de otras fuentes mundanas pervertidas por Satanás, es que su fe los alimenta y les da fuerza para seguir, en definitiva la fe les da esperanzas.

Los vecinos mientras tanto se dan de cabezazos contra un muro por personas que cuyo único argumento – donde se sustenta – es la fe, la existencia de un ser supremo que todo lo ve, que todo lo escucha, pero que muchas veces nada hace. Vecinos que dicen sentirse desterrados del mundo evangélico, que según dicen está secuestrado por la codicia de sus falsos lideres apostatas, amantes del dinero fácil y del poder. Así es todo esto, un poco oscuro – muy oscuro – pero iluminado a la vez según quienes practican la religión por una luz divina, algo que nosotros los mundanos no terminaríamos de entender nunca, el mundo de la fe, mundo de diezmos, mundo de humanos comunes y corrientes que creen ser elegidos por un ser supremo.