domingo, 10 de abril de 2011

Pasa las llaves.

Otra vez me veo escribiendo sobre borrachos, peor aún, sobre borrachos al volante, esos que atropellan personas, chocan, provocan muertes espantosas, mutilaciones, que truncan sueños y destrozan familias completas. Es que parecen personas normales, hasta que con un par de tragos de más comienza su transformación, aun así, eso no sería grave mientras no se pusieran al volante, pero van y lo hacen, entonces que más se puede decir – escribir – ya no queda más que la inventiva feroz de que con gente así simplemente no puede razonar, borracho gil, curaguilla mal nacido o hasta un ándate a la chucha, así tal cual, cúrate de nuevo pero cocha contra un muro y muérete hijo de puta.

Hasta cuando manejan estos pánfilos que huelen a escabeche, a balarrasa barata con la lengua traposa y teñida de negro con bebida cola, qué hacer con esta gente. Subir las penas carcelarias sí, pero la verdad es que muchos expertos en el mundo dudan de la eficacia disuasiva de dicha norma, más con sujetos que al beber se ponen estúpidos, pierden la conciencia y se creen imbatibles. Este país necesita primero lanzar un plan nacional de diagnostico y rehabilitación real, para tratar no solo al curado enfermo que anda con tiritones, sino también al que empina el codo una vez por semana y jura de guata que no es alcohólico.


Los que creen dominar la ingesta y que ellos dominan el trago son los peores, son esos los que se suben al auto y creen que curados manejar mejor, que Cristo es su copiloto y quien sabe cuánta otra cosa se les cruza por la cabeza. Eso del borracho mutante es cosa vieja, con el espíritu maligno del copete, esa pócima embrutecedora en las mentes opaca personalidades o derechamente da aires de chapulín colorado.


Hubo un tiempo – años atrás – en que los curados problemáticos eran tratados hasta con golpes de corriente, era como que te rehabilitara la CNI aseguran algunas garrafas con patas de ese tiempo, que queda por hacer entonces. Vamos tirando ideas, suspensión indefinida de licencia y cárcel, probablemente esto no surta efecto pero yo prefiero joderles la pita, incluyamos exámenes psicológicos, 2 y 3 también, incluyamos un test de cultura etílica ya que esta nación chapotea en copete, con cuantas cervezas, con cuantas de pisco, con cuentas de ron te curas, cuánto tarda la mona en pasar, que te pasa si te pillan con la pipa, que anoten mil veces en un cuaderno “si tomo, no manejo”, obligar a todos los autos a poner una foto truculenta colgando del parabrisas. Hay automóviles suecos – los más seguros del mundo – que solo arrancan en la medida que quienes vayan a conducir se hagan un alcotest, si indica consumo – por mínimo que sea – el auto sencillamente no parte, sería bonito algo así en Chile y los dueños de grúas seguro se harían millonarios. Otro punto es que en este país cualquiera puede acceder a un auto por lo tanto cualquier imbécil puede manejar uno, ya saben que el roto donde más roto es, es sobre un auto y aquí eso sale por los poros.


Haga un ejercicio, parece en la esquina de Tobalaba con Bilbao y vea cuantas mujeres conducen una 4x4, si una maquina de 2 toneladas mientras las perlas hablan por teléfono, dan ganas de decirles “sácate el teléfono de la oreja cretina” por lo bajo. En ningún país civilizado agarran licencia el 98% de quienes las solicitan.


Es muy difícil que cambiemos la añeja predilección de los chilenos por esta droga, por eso resulta difícil lidiar con esta gente, arman rosca, se ponen psicóticos, vándalos silvestres inconscientes, siempre echan a perder las celebraciones, por culpa de estos esperpentos es que nunca podremos gozar de más libertades en los espacios públicos, pues cada oportunidad que se tiene damos muestras de portarnos como niños los cuales debemos ser reguardados por las autoridades. Por eso y por 1.000 razones más detesto los malditos borrachos al volante.