La familia Kirchner llevará un decenio en el gobierno y su maquinaria está preparada para reelegirla en 2014. Evo Morales asumió en 2005 y no tiene impedimentos constitucionales para ser reelecto en 2013 y presidir hasta 2019. Chávez con 14 años en el poder, puede vencer en octubre. Si su salud se lo impidiera, podría promover a su hija Rosa, para que su dinastía cumpla 20 años. Ella lo acompaña a todos los eventos y en los viajes a Cuba. Las emociones por su salud (así como las despertadas por el fenecido Néstor Kirchner permitieron la abrumadora victoria de su cónyuge) podrían repetirse y permitir la elección de Chávez o de su hija. Finalmente, Rafael Correa, electo en 2006, tampoco tiene obstáculos constitucionales ni una oposición que impida su reelección.
Estos cálculos, como todos, no son exactos. El año 2014, fecha de la reelección de Evo Morales, es un plazo largo para Bolivia. Nadie en su historia ha logrado, a la buena o a la mala, quedarse tanto tiempo. Lo mismo puede aplicarse a los restantes populistas. Igualmente, no es descartable que la salud de Chávez lo disminuya frente a su contendor joven, respaldado por una oposición unida, pleno de energía, que puede desplazarse ágilmente por toda Venezuela con un mensaje renovador.
¿Qué mueve a estos gobernantes, a sus familias y camarillas a aferrarse a la primera magistratura? No pueden invocar agendas inconclusas, con tantos años y sin contrapesos en sus cargos. Han hecho y deshecho lo que han querido. Tampoco es razonable que los mueva el consolidar internamente o promover en el exterior sus nacionalismos o el llamado socialismo del siglo XXI, porque el fracaso está a la vista.
La verdadera razón del aferramiento al poder de los presidentes populistas podría ser el pavor de que, al dejarlo, sean encarcelados, ellos, algunos familiares y sus más cercanos colaboradores. En cada caso hay serias acusaciones de abusos de poder y corrupción, y cada uno ha perseguido, encarcelado o pretendido encarcelar a sus predecesores por estas mismas razones. En fin, están atrapados y sin salida, como lo estuvo Gaddafi y ahora el Presidente sirio. Tendremos una "Primavera latinoamericana", aunque más pacífica que la árabe.
Lo probable es que la fiesta del populismo en América Latina termine con sus líderes en prisión o arrancando; sus países, aislados de la comunidad internacional; sus instituciones, destruidas; sus pueblos, divididos y empobrecidos, y las riquezas y oportunidades de sus naciones, dilapidadas.
Lo impredecible es cuándo ocurrirá ese desenlace, pero está más cerca que cuanto quisieran los presidentes que por años lo están desencadenando.