jueves, 16 de julio de 2009

Así con la crisis


Claro que son más los que pasan el medio siglo – de edad – y es cierto que las estadísticas nos ponen a la par con el Primer Mundo, cuando se sostiene que las expectativas de vida de las mujeres se elevaron a los 80 años y la de los hombres a los 74, en promedio.

También es importante que de la mano con las revoluciones tecnológica y científica en general, y de la salud en particular, esa prórroga de sobre vivencia sea de vida útil. Si no, vea cuánto prócer que se aproxima o ha sobrepasado los 80 siguen de lo más lúcidos y alentaditos. En cualquier profesión, actividad u oficio, cuando la persona se acerca a los 40 años, y con ello se supone madurez y plenitud, pasa a convertirse seriamente en sospechosa para las gerencias de Recursos Humanos, las encargadas, al parecer, de optimizar - ergo reducir - los costos de las empresas. Es cierto que vivimos una revolución cultural y que el mundo ha dado un inmenso salto en los conocimientos. Pero, como en casi todo el mundo es el mercado el que manda, éste no sólo es cruel como dijera don Obama, sino además implacable, frío y ¡qué me importa a mí! Si no, veamos los porfiados hechos. En el caso de los periodistas, por ejemplo, los chiquillos que se meten a estudiar no tienen ninguna culpa.

Son sus sueños y sus derechos, más padres que puedan pagar las mensualidades. El mercado laboral es más o menos el mismo que hace cuatro o cinco décadas. Lo que varió es la demanda por pega. Fíjese que hace aproximadamente cuarenta años había cinco escuelas de periodismo en todo el país.

Hoy, con el negocio de la educación - modernización que le llaman - suman unas 40, lo que asegura un alto contingente de cesantes ilustrados al año y la salida de los viejos tercios, usuarios precarios de computación y que son reemplazados por dos o tres “cabros” bien formados, con idioma incluso, y obvio, más baratos.

Y esto a modo de ejemplo. La primera semana del 2009 se cerro el proceso de admisión de las universidades, y por sexto año consecutivo, hubo más oferta que demanda, y todo el mundo sabe que quienes tengan cómo pagar, podrán tener un cupo en una universidad privada para que la familia no pase vergüenza. ¿Se acuerda cuando comenzó el mercado de la previsión privada? ¿Cuántas administradoras quedan, cuántas fueron absorbidas y cuántas se fueron a las pailas? Lo mismo pasó con las isapres.

Oiga, si dan ganas de remecer a la opinión pública - ésa que está más interesada en el último romance de la modelo - para advertirle que si no le ponemos tinca a la educación, a la buena se entiende, las cifras de desocupación, como el último 10,6% del trimestre móvil, seguirán peligrosamente altas, sembrando la irritación y el resentimiento en hombres y mujeres, jóvenes y viejos, en fin en toda la gran masa que constituyen la “gallá”

Por eso me llega a dar ternura que quienes aprovechando las bayonetas y el pesimo gobierno UP, impusieron hace mas 30 años el actual modelo económico, ahora, ¡oh, my God! descubren que han de luchar por acortar la brecha de esta injusticia y, ¿serán? que el problema estriba en la mala distribución del ingreso. ¡No se puede ser tan cara de palo! No se trata de echarle la culpa al mercado porque ¿quién tiene el poder? El que tiene los recursos. Vea un informe en la página web de la Superintendencia de Bancos y Sociedades Financieras en materia de la categorización de empresas y se va a enterar que las grandes, ojo, son menos del 1 por ciento del total.

Es más, el informe subdivide ese menos uno por ciento de las generadoras de riqueza más grandes de Chile, entre grandes y mega empresas. ¿Qué tal? Dicho de otro modo, lo mal pelado del chancho no se da sólo en los salarios de los cinco millones y tanto de ocupados, sino también entre las empresas.

Si no me cree, pregúntele a cualquier empresario Mipyme (es jodido esto de las siglas, me refiero a micro, pequeña o mediana empresa) y se va a enterar por qué no puede acceder a los créditos como los grandes. Obvio, no son confiables para los bancos y las garantías y tasas que deben pagar hace que mejor se dediquen a los juegos de azar. ¡Claro que existe pésima distribución! ¿Acaso los sectores ahora llamados progresistas no lo vienen diciendo y gritando hasta desgañitarse desde mediados del siglo pasado? No, ahora quieren levantar el punto, como si hubieran descubierto el Santo Grial, y dar a conocer la buena nueva.

Y volviendo a la del viejo porfiado; si bien puede ser comprensible, cómo no va a ser quemante que a la amada hija de uno de estos, que está por salir de la universidad y con algunas peguitas, los bancos la persigan, le abran una cuenta joven, de otra institución le ofrezcan tarjeta de crédito, y a su padre poco menos le prohíben pasar a 10 metros de la puerta. Cruel el mercado, ¿ah? Y es por eso que hay que levantar la voz pensando en los mayores que se han quedado sin trabajo y con dificultades para encontrar un pituto, en la esperanza de que, sin descuidar a los jóvenes, cuyas tasas de desempleo son alrededor del 20%, o de las mujeres que se tomaron su sitial en el mundo laboral, se abran posibilidades para volcar la sapiencia que dan los años, la experiencia que dicen.

¿Sabía usted que en los Estados Unidos y en países europeos existen organizaciones que exportan conocimiento al Tercer Mundo a través de profesionales y técnicos jubilados, a bajo costo para el país recipiente, el que se pone con la estada y el “manye”? Modestamente, creo que el tema es bueno para cualquier campaña legislativa y especialmente para la presidencial, siempre y cuando se tome con seriedad.