La historia esta llena de casos en que un hecho relativamente menor, mínimo – que nadie dudaría en calificar de tontería si lo hiciera el o ella – cuando es descubierto que lo hace un funcionario publico adquiere características de escándalo mayúsculo.
Lo ocurrido con el ministro Andrés Velasco es un ejemplo más de este axioma, se es más relajado cuando se habla de una conducta impropia, pero se es tajante cuando esta se descubre y visibiliza. A riesgo de ser considerado un exagerado, voy a escribir a favor de que los estándares de ética y comportamiento público deben ser absolutos, al igual que en los límites de la contaminación industrial, si se relaja el estándar se relativiza toda la norma y fluyen las excepciones como reguero de pólvora. Velasco fue torpe si lo que hizo fue mirar una página web pública en horas de trabajo, cuando pudo hacerlo desde su casa u oficina. Pero si tuvo acceso privilegiado a una página de campaña y más aun si intervino esta, con decisiones y recomendaciones entonces no fue solo torpe, falto a su deber funcionario y aunque igual conducta echa por un privado no merezca reproche alguno, en un funcionario público – más del estado – el comportamiento es distinto, se exige distinto y se evalúa distinto.
Pero es el ministro mejor evaluado me dicen, el más preparado, el más popular. Lamentable, la fuerza de una norma pública se prueba cuando se aplica al mejor de todos, al notable que la infringió, no tiene gran valor aplicarla al adversario o al de poca monta.
Andrés Velasco fue torpe y quizás algo más si estaba trabajando para la campaña de un candidato en particular en sus horas como ministro, parece una tontera aplicar escaneo publico por ver o intervenir una página web, pero la confianza publica se basa en el beneficio de la duda hasta que se prueba la falta y aquí hubo falta, constatable. No da para cárcel ni para acusación constitucional, pero tampoco para ampararla por mínima o de poca monta. El poder tiene muchas facultades y beneficios, los que generalmente se usan a concho, pero también tiene limitaciones y deben ser vigiladas sobre todo cuando el funcionario no es elegido por la gente si no nominado en un acto de confianza personal de la presidenta.
Lo ocurrido con el ministro Andrés Velasco es un ejemplo más de este axioma, se es más relajado cuando se habla de una conducta impropia, pero se es tajante cuando esta se descubre y visibiliza. A riesgo de ser considerado un exagerado, voy a escribir a favor de que los estándares de ética y comportamiento público deben ser absolutos, al igual que en los límites de la contaminación industrial, si se relaja el estándar se relativiza toda la norma y fluyen las excepciones como reguero de pólvora. Velasco fue torpe si lo que hizo fue mirar una página web pública en horas de trabajo, cuando pudo hacerlo desde su casa u oficina. Pero si tuvo acceso privilegiado a una página de campaña y más aun si intervino esta, con decisiones y recomendaciones entonces no fue solo torpe, falto a su deber funcionario y aunque igual conducta echa por un privado no merezca reproche alguno, en un funcionario público – más del estado – el comportamiento es distinto, se exige distinto y se evalúa distinto.
Pero es el ministro mejor evaluado me dicen, el más preparado, el más popular. Lamentable, la fuerza de una norma pública se prueba cuando se aplica al mejor de todos, al notable que la infringió, no tiene gran valor aplicarla al adversario o al de poca monta.
Andrés Velasco fue torpe y quizás algo más si estaba trabajando para la campaña de un candidato en particular en sus horas como ministro, parece una tontera aplicar escaneo publico por ver o intervenir una página web, pero la confianza publica se basa en el beneficio de la duda hasta que se prueba la falta y aquí hubo falta, constatable. No da para cárcel ni para acusación constitucional, pero tampoco para ampararla por mínima o de poca monta. El poder tiene muchas facultades y beneficios, los que generalmente se usan a concho, pero también tiene limitaciones y deben ser vigiladas sobre todo cuando el funcionario no es elegido por la gente si no nominado en un acto de confianza personal de la presidenta.