Durante la pasada campaña presidencial, la pregunta era si los ministros de aquel entonces podían hacer puerta a puerta. La respuesta era – y lo aceptaban todos – que si esto ocurría fuera de su horario de trabajo, lo podían hacer.
Hay una gran diferencia entre ese tipo de funcionario público – ministros, subsecretarios y jefes de servicio – y otro que ejerce de embajador de Chile en el exterior. Los primeros terminan su trabajo de funcionario público cuando se cumple el horario de trabajo y pueden por ejemplo hacer campaña. Los embajadores en cambio siempre ejercen la representación del país y de su gobierno, no terminan de trabajar a las 6 de la tarde ni mucho menos el fin de semana, eso es sabido por los diplomáticos de carrera, también los políticos que tienen cierta experiencia al respecto.
Por si fuera poco existe una segunda razón de error en esto. Además de hablar a titulo personal en el exterior, donde no corresponde, el ex embajador Miguel Otero incurrió en un error quizás mayor, mino la credibilidad del presidente que lo nombro, donde Piñera hizo incluso mas esfuerzos en su planteamiento de que la sub-dictadura se sintió al punto que el mismo se opuso a ella votando 2 veces NO en su contra.
En tercer lugar planteo sus dichos en Argentina, un país que vivió dictaduras durísimas con complicidades operativas, entre otras cosas comprobada con la chilena, amagando a descomponer relaciones que hace rato necesitan de un máximo de cautela y diplomacia.
Si el propio presidente estuvo dispuesto a disminuir sus beneficios personales al no considerar la primera opción de compra de su canal, que era el grupo Clarín, porque eran adversarios del gobierno de turno y eso podía amagar las relaciones con nuestro país, como se puede entender entonces que una persona que el nombro embajador no aya entendido ese acto que salio en toda la prensa y se diera la licencia de amenazar esas relaciones por permitirse una “opinión personal”.
Es incomprensible mezclar lo personal con actos del estado en una situación tan complicada como juzgar la historia reciente y dolorosa – muy dolorosa – de nuestra nación.