Quizás el fin del mundo comenzó hace casi 25 años en un lejano lugar llamado Chernóbil. Adultos y niños contemplaron cómo el sol se había encendido en mitad de la noche, se asomaron a sus ventanas y se protegieron el rostro cuando notaron que gotas de lluvia comenzaban a caer, luego la garganta ardía y los ojos lloraban, en aquel instante desconocían que los pequeños impactos que recorrían su cuerpo eran el paso invisible de millones de sub-partículas atómicas atravesando piel y órganos.
Todos ignoraban que a tan solo 6 kilómetros de sus casas el reactor numero 4 - modelo RBMK 1000 - de la central nuclear de Chernóbil había saltado por los aires provocando una ola de fuego que volvió a caer a tierra con gran estruendo exponiendo niveles de radio actividad varios millones de veces superior a los que puede soportar cualquier ser vivo. Muchos instintivamente cerraron las ventanas y contemplaron agazapados aquel resplandor que parecía venir de otro mundo, en algunas aldeas que hoy ya no existen los más ancianos hablaban del fin de los tiempos y aseguraban que lo dictado por la biblia se cumplía paso a paso, rezaban frente a sus altares bajo aquella luz pura del confín del universo.
Pocos de quienes posaron sus ojos en aquel sol de media noche han podido contar lo sucedido, el legado de la estrella de la muerte lanzada durante unos pocos segundos eternos al aire, con forma de esfera aplanada, 7 metros de ancho y 3 de alto, ya cabalgaba en aquel apartado y hermoso rincón de Ucrania, después, cómo el quinto jinete de la desolación le seguía una nube radio activa de 6 kilómetros de diámetro, una masa que fue visible desde el mismo aeropuerto de Moscú, era una estela fúnebre que guiada por el viento pronto dejo las repúblicas bálticas y se adentro en el corazón de Europa, todos creían sencillamente que aquello jamas podría ocurrir. El hombre soviético desde siempre había logrado dominar las leyes profundas de la física y la central nuclear era más segura que andar en automóvil - eso se les enseñaba a los niños en la escuela - pero ahora todos dudaban de esa enseñanza mientras protegían a sus propios hijos, porqué desde ahora el átomo mataba y había desatado su furia cómo si de una vez y por todas en mitad de la vieja tierra soviética se hubiera abierto una caja de pandoras.
Hubo algunos valientes que tomaron sus bicicletas y se aproximaron un poco al lugar, desde la carretera contemplaron un espectáculo que jamas pudieron describir con palabras, una luz cegadora lo cubría todo manando de aquella boca ardiente, abiertas cómo las fases de un monstruo y había algo hipnótico en su resplandor y manaba por su grandiosidad, pero guardaba algo macabro bajo ese aspecto. Al regresas los miembros de aquella cuadrilla tenían un extraño color en su cuerpo, incluso por debajo de la ropa distribuido cómo una gran mancha, era el bronceado nuclear, preámbulo de la mas terrible de las muertes, nadie sospechaba que en aquel momento la moderna ciudad de Pripyat con sus casi 60.000 habitantes, fundada a la misma vela que los reactores en 1970 iba tener solo 16 años de vida quedando maldita a partir de la 1 de la madrugada - 23 minutos - 58 segundos.