El fin del mundo es una idea que nos persigue desde el principio de los tiempos, un temor tan antiguo cómo la propia raza humana. Las más remotas civilizaciones han imaginado de forma similar una noche en que la naturaleza y los dioses descargan su ira y provocan el exterminio global, así esta escrito en siniestras profecías, convencidos de que ese momento llegara tarde o temprano.
Es a partir del siglo XX, la era de la técnica y la exploración espacial cuando el inconsciente colectivo idea un final distinto y aun más aterrador, un cataclismo en que cualquier atisbo de vida sera eliminado y estirpado de raíz gracias a fuerzas que habitan en los limites de la física y que nadie acaba de comprender ni dominar. La sombra amenazante de la guerra nuclear nos hace imaginar ciudades arrasadas donde el latido de nuestra especie desaparece en un abrir y cerrar de ojos. Acabo de leer un libro sobre lo que ocurrió en Chernóbil el año 1986, imágenes dantescas que han quedado en mi mente, las cuales por desgracia no pertenecen a la ciencia ficción de una película de Hollywood, si no que son parte de una verdad que durante muchos años ha sido manipulada y ocultada.
Todo lo que he leído pertenece a la ciudad fantasma de Pripyat la que se ubica en el corazón de lo que a sido bautizado cómo "zona muerta". Información y fotografías que son publicadas en el libro permanecieron durante años bajo el secreto militar y es que muestran una realidad a todas luces demasiado terroríficas para ser conocidas por la población mundial. Nadie puede habitar la bella ciudad de Ucrania, por eso sus calles están desiertas y solo se escucha el fúnebre sonido del viento golpeando las telas y las ropas aun tendidas, es el viento radio activo que transporta la muerte, no hay incendios, no hay disparos, no hay inundaciones, no hay grietas que abran el suelo, no hay nada semejante a lo que imaginamos cómo una gran catástrofe, todo esta intacto ahí y sin embargo la maldición es aun mayor de lo que podamos imaginar nunca. A esta misma hora, en este precisó instante todo sigue así, cómo aquel día de abril, cómo una realidad suspendida en el tiempo y así deberá permanecer durante los próximos 24.000 años, con su noria que jamas volverá a girar, con las plazas que aun esperan a los niños que nunca regresaran, con las muñecas y los libros en la escuela abandonados después del pánico, con las casas que quedaron vacías repentinamente por el miedo a la radio actividad.
Pasado ese periodo - 24.000 años - las generaciones del nuevo mundo quizás puedan volver habitar este lugar prohibido, donde todo se detuvo la noche que comenzó el secreto mejor guardado.