jueves, 24 de marzo de 2011

Chernóbil... Igor Kostin y Valeri Legasov

Con el correr de las horas las personas comenzaron a morir en Pripyat, nadie sabia que hacer con esos cadáveres y en medio de la noche alguien da la orden de solicitar contenedores de cinc, esas serian las primeras fosas comunes de los irradiados de Chernóbil. Sepulturas futuristas enterradas casi en la clandestinidad y a varios metros de la superficie, uno de los ingenieros que salvo de la muerte llamo a Kiev y a Moscú, aseguro que el reactor había volado por los aires, que el techo se había convertido en un gigantesco boquete ondulado el cual emitía toneladas de combustible, pero nadie le creyó. Otro compañero salio tambaleante y con el 80% del cuerpo quemado, por terror a esa radio actividad los operadores de la ambulancia lo enterraron vivo y muy de prisa en una solitaria aldea, jamas tuvo un funeral.

A las 4:30am de aquel 26 de abril, suena el teléfono en el humilde apartamento de Igor Kostin - fotógrafo oficial de la agencia NOVOSTI - un piloto de guerra le da cuenta del incendio en Chernóbil y lo obliga a viajar para tomar fotografías del acontecimiento. Al medio día y montado sobre un MI-8, Kostin comienza a trabajar, después de tomar una docena de fotografías la cámara se bloquea, después de unos segundos observa en silencio a los pilotos, ninguno de los ocupantes de ese helicóptero emite palabra. Asisten a algo imposible, la loza de hormigón de 3.000 toneladas ha volado por el aire, todo parece un mar de escombro y entre ellos se ve el núcleo, un agujero que cómo declaro Kostin posteriormente, le recordó a la tumba más grande del mundo. Luego de un rato, todos sienten un gran mareo, el aire dentro de la cabina comienza a escasear y se vuelve denso, desconocen que están sobre 1800 Roetgen.

Una vez revelado el rollo, Kostin descubre que solo una fotografía sirve, las demás son basura. Dicha imagen dio la vuelta al mundo y que convirtió al fotógrafo ruso en leyenda.

Tiempo después el MI-8 sin el fotógrafo en su interior sufre fallas y se desvanece a causa de la radio actividad, tras perder el control choca con una de las grúas y cae dentro del núcleo atómico. Kostin tomo una fotografía a los ocupantes de aquel vuelo final, justo antes de que ascendieran, como lo hicieron cientos de veces, arrojando sacos de arena y boro para tapar la boca ardiente, esa boca que al final de forma profética fue la tumba de todos ellos, tal y como Kostin la vio al encontrarse con ella por primera vez.

Hubo otros que no pudieron soportar el dantesco panorama que se veía desde el cielo, muchos grababan el acontecimiento y balbuseaban palabras al borde de las lágrimas, daban indicaciones a los pilotos y se restregaban los ojos por el ardor que producía el aire metalizado y por la profunda tristeza que sentían sus almas, ver el reactor abierto, emitiendo su carga letal a la atmósfera, les hace comprender lo que de verdad había ocurrido, lo que algunos amparándose en no alertar a la población decidieron silenciar. Un alto general ruso solicita evacuar Pripyat esa misma tarde, pero nadie le hizo caso, la seria burocracia y la KGB lo impidieron y miles de mujeres, niños, hombres y ancianos confiados, permanecieron 1 día 1/2 sometidos a la lluvia de la muerte, jugando en los parques, descansando en los bancos de madera, tomando el sol. Seguros todos, de que el estado siempre velaría por ellos y les comunicaría de cualquier peligro.

El 26 de abril de 1988, exactamente 2 años después de la explosión en Chernóbil, Valeri Alekséyevich Legasov - el mismo general ruso que intento evacuar Pripyat - se quito la vida de un disparo en la cabeza.