Los flaites, una construcción simbólica contaminada por extraños prejuicios, generalizada de caricaturas. Lo flaite vendría a ser sinónimo de lumpen lo opuesto a la civilización, es el flaite antisocial por antonomasia y con una estética propia, siempre cometemos el error de acercar lo flaite a un solo estrato social. Por ejemplo una discusión de 2 viejas flaites en la población – porque de que las hay, las hay – usan un lenguaje primitivo, propios de series silvestres.
Ahora, hay otros términos constitutivos de una discusión flaitonga o punga, nunca falta la guagua llorando, porque tienen la mala costumbre de salir a limar asperezas con el coche, también es infaltable el hijo de una de las viejas, un vago que no tiene idea lo que es impuestos internos y que se mete en tan altruista discusión. Pero no crea que el cuadro esta completo – para nada – falta el quiltro que se siente atraído por la sala garra vecinal y entonces queda un fresco perfecto, más realista de una situación absolutamente surrealista.
Podríamos hacer una tesis doctoral titulada “el flaite en Chile, mito o realidad” y una hipótesis también, el flaite realidad pura y dura, presente en todas partes, arriba, abajo, en el norte, en el sur y que hablar de nuestras diferentes ciudades. Es que ser flaite es algo despreciable, porque la condición sin ecua non de pertenecer a este grupo es no trabajar, es un modo de vivir – de mal vivir – porqué en la era pre-flaite al menos los antiguos cogoteros tenían un código de honor por así llamarlo, un parámetro que establecía códigos claros sobre robar o hacer fechorías dentro de la misma población en donde habitaban. Es lo que nos ha dejado un pueblo embrutecido por la codicia, resentido por las brechas que glorifica el poder y el consumo, el flaite en definitiva es el hijo putativo de la inmoralidad y la indecencia, hijo de la sociedad flaite de libre mercado flaite que impone la obligación flaite de ganar a cualquier precio, sin importar el cómo y de qué manera porqué lo que importa es tener y el que no tiene es longi – al menos para ellos – Que importa si se hizo de plata choriando o defraudando a cuanto cristiano se le cruzara por el camino, eso es parte de su estilo de vida y absolutamente secundario.
Un paréntesis, muchos adolecentes con plata – bien habida – gustan posar de flaites porque lo encuentran trasgresor, porque creen que es rebelde, es su mecanismo de defensa frente a sus pares y bueno, sabemos que también es una moda.
Volvamos al verdadero flaite, ese que destruye mobiliario urbano, destruye las luminarias porque el flaite solo opera en la penumbra y en manada, porque es cobarde, por eso le gusta asistir a la barra de los equipos grandes. Destruye el metro, porque el metro es transporte público – significa mucha gente – y el solo se respeta a sí mismo, es que se cree anárquico también, pero bueno, sigamos desmenuzando esta raza. Cultiva la ignorancia porque siente desprecio total por la educación, es chorizo porque la violencia – física, psicológica y económica – es su moneda de cambio ante lo que él ve cómo una sociedad cavernaria, por cierto merodea hacerse tatuajes – esos que más parecen los adhesivos que vienen en las papas fritas o en un chicle – y ahora, por una extraña razón el fin de la estética flaite siempre esta innovando, la estética flaite impone un habla flaite. La antigua frase “chaucha que vienen los tombos” dio paso a “vienen los pacos pollo culiao”. Cómo muchos tienen una frente breve se rapan con afeitadora y les queda una mancha verdosa, otros menudean dejarse una pestaña en la frente, algo así cómo un flequillo a modo de víscera porqué según ellos así la rompen, usan ropa Lacoste – comprada en el persa bio-bio – la idea de ostentar algo caro es demostrar que no son tan charchas y que tienen lo suyo. No sería malo crear un centro de estudios flaitongos para ordenar y procesar todo este inmenso caudal de información.
Tiempo atrás apareció un flaitongo – en una formalización – con el cabello tomado por trenzas, un peinado a todas luces horroroso, de los que se estila ver en esas películas ambientadas en los barrios bajos de Nueva York, aun recuerdo su alias, era el “cabeza de zorra”. Había otro al que le decían el “cholga” porque no alcanzo para choro y ejemplos hay muchos, tiempo atrás en Coquimbo apareció un pergenio al que le decían “el bacteria” era petizo pero maligno como ese mitogeno micro organismo. También estas las féminas flaites, la damisela flaitonga que acostumbra a vestir ropa deportiva muy cara y ceñida, dejando entre ver una panza desbordada por las charchas, eso a causa de esa productiva capacidad de consumir copete y comer completos en el carrito de la esquina.
El flaite cuico es otro caso, el típico gerente de una empresa que ostenta ese cargo porqué es amigo de, hermano de, hijo de. Este personaje sueña con comprarse una Hummer monstruosa, este flaite verá usted, tiene un odio parido por la naturaleza, odia las flores, el pasto, los animales y los arbolitos por eso el verdadero flaite – ese de población nacido y criado en ellas – los destruye cuando sale en masa a celebrar el triunfo del albo campeón o del bulla. El cuico flaite deja morir el pasto en circunstancia que puede dejar toda la tarde el agua corriendo cuando lava su todo terreno y por si fuera poco la ordinariez también tienen el habito de colgarse de los servicios básicos, pese a que tiene cualquier billete le sigue imponiendo a su nana por el mínimo, explota a sus trabajadores y evade impuestos.
En lo único que flaites de verdad y flaites aun más picantes que los primeros – cuicos – se parecen es que ambos aman Estados Unidos. Sus sueños vacacionales son flaites, Miami, Las Vegas, al flaite con plata le gustan los prostíbulos caros – Passapoga o Platinium – le gusta apostar en el casino y le encanta la mandanga, se comen la diosa, la pura y blanca, se hacen pedazos la nariz halando coca, así van quedando cada vez mas tiesos y aunque les parezca difícil, aun más tontos. Los segundos van a toples donde hay minas guatonas y hediondas a axila, juegan a la ruleta rusa y claro, también consumen cocaína, pero le agregan unos pititos, pasta base y hasta las pastillas que sus mamás rescatan en el consultorio, total la cosa es andar volado.
Chile también se puso flaite, la elite es cada vez más flaite y este es un flaite mucho más peligroso por la magnitud social que puede tener. Que vamos hacer, estamos rodeados y no hay nada ni nadie que los detenga.