Pero ya, asumamos que el famoso mall es un anhelo de los castreños, ¿se pudo hacer algo en otro lado? o ¿hacer algo un poquito mejorcito?, porque consultados algunos reputados arquitectos nacionales esa mole de concreto es esperpéntica, dicen, aberrante por lo bajo, una ordinariez sin nombre, picante, faraónica, rasca, feo como pegarle a la abuelita en patota. Parece algo surrealista, un foto montaje, una especie de broma, es que la desproporción es colosal en una de las pocas ciudades que quedaban con identidad propia en nuestro país.
En el municipio acusan que la empresa PASMAR se paso de lista. El proyecto iniciado – aprobado – era de 24.000 metros cuadrados pero finalmente lo construido es bastante más que eso, y pese que se a dictado la paralización de las obras y se ha recurrido a la justicia, las maquinas y los trabajadores siguen déle que suene. Su alcalde Nelson Águila, deslinda toda responsabilidad personal en este asunto, dice que esta recabe en el departamento de obras de su municipio, y además señala que se encuentran atados de manos y que ya no queda más que preocuparse del tremendo desaguisado que se va generar en el lugar. Abogados expertos en la materia sostienen que las declaraciones – desafortunadas – del edil son puras cabezas de pescado, ya que el municipio puede pedir la demolición – sin asco alguno – en caso que la construcción viole la normativa del plan regulador, es solo cuestión de tener valentía y voluntad.
Hechos consumados, como exclamarían los chilotes “juesus”, la legislación y sus vacíos permiten todo, al igual que el mall Costanera Center, este, habla de la barbarie del mercado sin ataduras y esa concepción de la utilidad económica inmediata consagrada como principio rector de toda acción humana. Esta forma de pensar surge de esperpentos aquí, allá, y en todas partes, sin importar consecuencias patrimoniales, viales o sociales, aquí da todo lo mismo, ya paso en el puerto de San Antonio con la construcción de un casino que tapo absolutamente la visión al mar, paso en Puerto Montt y de seguro pasara en Valparaíso. No abra mitigación posible en términos viales y estéticos, el daño es irreversible.
Así que ya saben, no les queda otra que ir a llorar a la iglesia, si, a esa misma, esa que ahora quedo justo debajo de ese esperpento. Y todo esto por esa mentalidad charcha de almacenero que quiere el mayor rédito posible en poquito tiempo, y es justo en ese marco cultural y valorico es donde se enmarca – por ejemplo – Hidroaysen y por el culo nuestro patrimonio natural, sigamos corriendo el Rally Dakar y al carajo el patrimonio arqueológico en el desierto, la institucionalidad vale hongo y por eso, por eso aunque nos avergüence damos la impresión que somos de otro planeta o de otra galaxia, si, de una galaxia lejana, muy lejana, donde no hay respeto por nadie ni por nada.